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Child of the Hunt
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YuiK1533361 · 26-30, F
Los eventos traumáticos que la llevaron a esconderse, a cambiar su nombre y a borrar los registros de sus cuentas bancarias y la data del gobierno para no ser rastreada, ya habían sucedido hace seis largos meses. Hasta ese entonces Yui, quien ahora se hacía llamar "Emi Dietzel" había llevado una vida alborotada en Tokio, donde se había enfrascado en trabajar sus acciones en la bolsa de valores y el resto del tiempo a pasar las horas en el interior de un pequeño departamento, el cual había adaptado para aislarlo de los sonidos de la capital. Allí dedicó todas sus horas libres a la lectura e investigación sobre el electromagnetismo y su influencia sobre la gravedad y el tiempo, mas no hizo conjeturas acerca de sus premisas finales pues todo aquello le recordaría su querido y peligroso "Santuario Abandonado".

Pese a todo, no dejaba de dolerle todo lo que había dejado atrás, sobretodo a aquel que ella solía llamar "Tenshi" y a su diario de vida. Logró recopilar algunas de las ideas que recordaba haber plasmado en esas hojas, pero ninguno de esos escritos tenía la esencia de lo que fue años a, principalmente porque no era versada en explayar sus sentimientos si éstos ya no vivían fervientes en su interior. Se había transformado nuevamente en ese ente gris rodeado de las luces y los colores de la ciudad.

A veces, como esa tarde en la que el sol de otoño se escondía entre finos arreboles rojos, solía alejarse del centro en su anhelo por sentirse fuera de toda la vorágine cínica de la urbe, por sentirse como lo hacía en el templo a las afueras de Ebetsu. Con un ramo de flores entre las manos para no levantar sospechas, entró al cementerio Yabashira en la prefectura de Chiba. No era igual en términos de flora y fauna pues pese a las muchas hectáreas que poseía este camposanto, casi toda la maleza, árboles y pasto habían sido devorados por la increíble cantidad de restos humanos sepultados en una condición de deplorable hacinamiento. No obstante era idéntica esa sensación deliciosamente inquietante de su lugar preferido; por lo mismo muy poca gente se asomaba a ese lugar.

Caminaba entre las tumbas por un sendero de adoquines perfectamente construido sintiendo sólo el taconeo de sus zapatos, el roce ínfimo de sus jeans a cada paso y su propia respiración cargada de nostalgia. Muy a lo lejos podía oírse un murmullo vago del resto del mundo, confundido con el canto de las fúnebres brisas acariciando las sepulturas. Bajó las solapas de su gabardina azul marino con una de las manos y se detuvo, cerrando los ojos, con la cabellera larga flameando en orden por delante de sus hombros.

Alrededor de Yui no había miasma alguno, ni olor a rosas, ni siquiera estaba alerta o concentrada en sentir presencias a su alrededor. En ese instante sólo existían ella... y el silencio.
 
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