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Con: Mephiriz.
Lugar: Gran salón
 
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MsV1564176 · M
[code]No sin dificultad, pues aún se encontraba débil por las heridas y el malestar que había ido creciendo en él desde la batalla de "Lammas" meses atrás; hincó la rodilla en el suelo. Sus orbes zafiros se alzaron hacia el rostro impertérrito del Dios de la Muerte. No le dijo nada. Ni siquiera pronunció una oración en su mente. Sólo se mantuvo así, mirando a la deidad a los ojos, como si esperase algo... Tan perdido en el silencio de sus pensamientos que ni siquiera se percató de que otra figura hacía acto de presencia en la sala.[/code]
MsV1564176 · M
[code]Todos le miraban atentamente, hasta que sintió un golpe lo que produjo que su traje de conde se manchará y parte del líquido cayera en su rostro. El varón, se despojo del antifaz negro, el cual cubría su rostro, dando a notar su verdadera identidad. Mephiriz mejor conocido como, el emperador de infierno. Un sujeto desalmado que no conoce la palabra piedad o misericordia. Sus orbes captaron la atención de aquella mujer que habría provocado tal desastre. Podría romper los lazos con el reino e incluso iniciar una guerra, pero se abstuvo. Y prefirió retirarse de la concurrida sala donde yacía el baile y buscó refugio en una sala algo más silenciosa. Cómo no, terminó en la vieja sala de los altares, donde los Dioses siempre observaban desde lo alto, en aquellas estatuas de madera delicadamente talladas en el tronco vivo. Su mirada recorrió todas las figuras hasta la más apartada, aquella que siempre se encontraba más en la sombra y que menos ofrendas solía tener. [/code]
MsV1564176 · M
[code]El aire era frío, y el vuelo de las nubes allá en lo alto mucho más evidente. Iban acompañadas por una especie de sonido ululante y lejano, por entre el que parecía escucharse a intervalos el misterioso aullido de un lobo. ─Tsk─ Hizo un gesto en desaprobación y sin ganas se apresuro con pasos lentos hacia la dichosa fiesta. Al entrar a la sala, su presencia, que a pesar de no llevar el uniforme característico de su autoridad, mostraba la determinación habitual del General acaparando la atención de aquellos que pronto murmuraban a su paso. Un sirviente se acercó al varón y le extendió una bandeja ofreciendo un par de copas cuyo contenido tenía un olor amargo. Volvió a dirigirle una larga mirada al joven humano. Y acto seguido cogió la copa que le ofrecía, la cual no parecía ser muy diferente al resto de cervezas. Se la acercó a la nariz. Percibió un aroma raro, pero no supo discernir qué era. [/code]
MsV1564176 · M
[code][code]El varón sacó su reloj, un enorme y viejo artefacto alemán de plata, lo miró, con una ceja enarcada y una leve impaciente contracción de los hombros. Era una manera única que mostraba Mephiriz en protesta a los temas relacionados con los bailes. Tenía mejores cosas que hacer, batallas que lidiar entre otros asuntos personales. No obstante, sus leales consejeros le recomendaron para que su reino prosperará era necesario mantener fuertes vínculos con otras naciones. Era algo clave que el albino no podía discutir, sin embargo, para él, siempre preferiría gobernar basándose en el miedo. Soltó un fuerte suspiro de resignación, al saber que su escasa tranquilidad había culminado. El carruaje se detuvo, y sus orbes que al principio estaban cerrados finalmente los abre, para encontrarse con la silueta de su cochero. Bajaría de su transporte e hizo una seña a su chofer de retirada. [/code][/code]
FAs1564284 · F
Tan ensimismada estaba en su pasado que no notó la figura masculina que se erguía en el presente y así fue a darle, sin quererlo, un golpe en la costilla con su codo, gracias a esos movimientos torpes en los que te voltea sin ver. — ¡Por favor discúlpeme, mi señor! — Exclamó ella, tan apenada por tal grosería que sus mejillas ardían bajo la molesta máscara. — Juro que no volverá a pasar. — Sus ojos examinaron al extraño con curiosidad, no era de Xeivia y se le veía en el porte y en loa ropajes. Tal vez, y solamente tal vez, al fin tendría a alguien divertido para hablar.
FAs1564284 · F
En el fondo, envuelta en un vestido blanco y con una máscara de cisne - sí, porque para colmo se trataba de un evento de disfraces - se encontraba la princesa robando discretamente dulces de una mesa de postres. Se aburría enormemente aunque para su suerte nadie la había reconocido aún y eso le evitaba cualquier contacto con las falsas personalidades que andaban altivas por todos lados; la única solución era entretener a su hambre y rogar porque pronto se terminara todo o porque pudiera escapar en un descuido de sus guardias. ¡Ansiaba la aventura, lo desconocido! Ser una princesa pintaba mejor cuando ella no lo era, por esos tiempos en los que vivía en los bosques.
FAs1564284 · F
Entre las tantas obligaciones que una futura aspirante a regente tenía que cumplir estaba aquella que más odiaba en todo el mundo: asistir y/u organizar bailes. ¿Por qué todos los seres poderosos gustaban de pavonearse ante otros en dichas reuniones? Ni siquiera ella lo sabía, era un misterio que ninguno de sus tutores podía resolver apropiadamente, aunque vaya que habían intentado lanzarle respuestas a Ériu sin éxito alguno.

El gran salón recibiría a más de quinientos invitados entre los que estaban reyes, reinas héroes y famosos de todas partes del mundo. No se había escatimado en gastos, el sitio se veía tan pomposo como todo el mundo esperaría pues finas alfombras adornaban sus corredores y el dorado destacaba tanto en las mesas como en el trono real que se hayaba al fondo del lugar; además de la suave música en vivo que un cuarteto de cuerdas entonaba para incitar al baile.

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