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La sangre de las vírgenes esta sobrevalorada.
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ZVS1535637 · 31-35, M
En cuanto extendió sobre la mesa los pliegues de papiros y lienzos garabateados con las rudimentarias formas de aquellas tierras, se sentó en la poderosa silla de roble. La barba le había quedado, como era de suponerse, trenzada y enmarañada por los juegos de la niña, pero no se molestó ni se inmutó por ello, así que, dedicado a sus reflexiones, se metió en las noticias del Reino, hasta que el efluvio que de ella manó le hizo alzar la mirada hacia su figura. La pequeña niña se desmaterializó ante las ceñudas y oscuras ventanas que eran sus ojos, y no porque ya la había visto hacerlo en varias circunstancias dejaba de parecer fascinante las transformaciones a las que se sometía, sobre todo porque aquel tipo de cosas eran de los misterios que quizá más le intrigaban del Universo. Supuso por la estatura de la silueta que al principio se reveló entre los zarcillos y vapores de magia que se trataba de la forma Adolescente del Servant. Siempre era una muchacha correcta y respetuosa, bastante más tolerable que la pequeña granuja que antes lo asediaba con sus improntas.

Los ambarinos orbes volvieron a los asuntos que antes le ocupaban, y pasearon entre las letras, afirmando con la cabeza en reiteradas ocasiones. Se quitó los guantes de piel de marta cibelina, dejándolos a un lado, en la superficie de madera-¿Cuándo diablos me he puesto filosófico? ¡Ja!-Se bufó de ella, y mientras tomaba con una (la diestra) rústica mano, con la otra (la siniestra) manipulaba el libro, abriéndolo. Sus ojos, casi siempre entrecerrados, aburridos y sombríos, adquirieron un brillo nuevo, y una mueca de sonrisa se dibujó en sus labios-Mira, los viejos estos me han conseguido diversión...-Musitó por lo bajo y continuó leyendo: aparentemente informantes en Las Tierras Yermas y más allá habían conseguido noticias de los movimientos de uno de los hermanos del Rey, justo en la propia arda, lo que le parecía una locura, pero una locura digna de uno, o de una debería decir, de los de su progenie-¿Qué me decías de ponernos filosóficos?...-La miró con una encantadora sonrisa bajo la maraña de vellos que la rodeaban.
 
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ZVS1535637 · 31-35, M
Los pasillos del Castillo de Bërh eran oscuros, lúgubres. La humedad se colaba por la mampostería y calaba hasta los huesos o eso solían decir los pobres diablos que tenían sus vidas atadas al servicio de dicha fortificación, él en particular no sentía el frío que se colaba en el pronunciado colmillo que remataba la lanza del gigante, ni aún en los días de los inviernos más aciagos que ahí había vivido...particularmente aquel día el clima se presentaba gélido y los cielos grises, los guardias, al igual que el monarca parecían no acusar de las inclemencias naturales, aunque estos estaban más y mejor abrigados que este-Es una tarde perfecta...iré a las almenas a beber algo y a leer los reportes-Confesó a la niña, mientras se alejaba de la estancia de antes y subía a paso calmo las escaleras que empezaban a caracolear hacia las salas superiores dónde la vida de la fortaleza era mayor.

Hileras de antorchas ancladas a los muros portentosos iluminaban de forma mortecina el camino, en tanto los mencionados muros amortiguaban el eco de las pisadas que producía al caminar-¿Habrá fiesta de cosecha en el valle? Quizá ahí consigas tus ansiadas Donas, aunque creo que no es común entre la plebe- Una puerta de madera se abrió para Zothernam, los goznes chillaron bajo el peso de los años y de la madera de roble. La sala a la que entraron era el recibidor mismo del Bastión; una estancia amplia de cientos y cientos de metros donde hileras de columnas como árboles altísimos sostenían un techo que se perdía ahí arriba, el suelo, estaba cubierto por una fina alfombra color borgoña en todas partes y allá en lontananza lograba advertirse una escalinata que ascendía hasta un sitial y en este a su vez había un gran trono de piedra y un par de asientos igual de concreto pulido junto a este, detrás, un pendón de tamaño sin igual decoraba la pared más extrema del gran salón, era un blasón color sable con el Sol pálido, impoluto, circundado por caracteres rúnicos de preciosas características. El gran salón no estaba precisamente vacío, sirvientas y soldados se apuraban en sus labores cotidianas e inclusive un par de nobles conversaban en las muchas mesas con sus respectivas sillas que salpicaban toda la anchura; en cuanto la presencia del Rey les fue notoria, muchos se levantaron, inclinaron las cabezas, murmuraron, pero él no les hizo caso alguno, simplemente siguió su caminar tosco, con la mirada sombría puesta en el frente-¿Ves a todos esos aduladores hijos de puta?...Maté a la mayoría de sus parientes cuando conquiste esta mierda...-Le murmuró a la niña, disfrutando de cierto modo que le acariciara las greñas, sus deditos eran la cosa más pequeña que jamás había visto y le producía cierta gracia tanta debilidad -¡JAJAJAJAJA!-Soltó una carcajada de pronto al advertir aquel pensamiento, tan retumbante como todas las que su voz cantaba cuando algo le provocaba.

Una mustia ráfaga de viento les azotó la cara cuando dobló el recodo de la próxima torre. Al salir, el paisaje era terrible...estaban a unos 4200 metros sobre el nivel del mar y las nubes parecían un mar en torno al macizo edificio que parecía navegar en la blancura de estas, era una aventura asomarse por el alfeizár pues la caída era libre y limpia desde allí hasta muchos metros más abajo donde se conglomeraban varias torres que allanaban el camino a la corona de la montaña donde estaba el gran palacio real de Bërh. Una mesa estaba ya dispuesta junto a una columna, en ella había un libro de tapa dura, negra y rústica, un pellejo monumentalmente grande seguramente lleno de aguamiel y una silla también colosal que sólo podía corresponder al peli castaño, este se sentó, y una vez ahí tomó por la minúscula cintura a la servant y la sentó sobre la mesa. Aquel puesto de observación parecía más bien un corredor para paseos nocturnos, un lugar de esparcimiento y disfrute-Bien...aquí estaremos mejor-
ZVS1535637 · 31-35, M
Ningún ser vivo, ni en este planeta ni en cualquier otro, se atrevía a tomarlo con tal desparpajo y frescura como lo hacía aquella versión del Servant y eso le generaba una contradictoria sensación de rabia y de gracia a la vez, por eso no la reprendió ni cuando le mordió la pierna ni cuando le sacó la lengua, simplemente se encargó de resguardar la espada en la vaina con el rostro aún ceñudo. Pasó la yema de los dedos sobre el esmalte negro de aquella bien constituida guarda y por fin, un atisbo de sonrisa surgió de sus labios bajo la mullida barba.

-Layla tendría que dejar de creer en "el viento". Es tan traicionero como una puta...-El espadón quedó descansando en la mesa y él, por su parte, giró sobre sus pasos. El gesto de la niña indicaba lo que quería...a veces la cargaba y la ponía sobre sus hombros, llevándola ahí trepada por el castillo, pero más como una niña hacía parecer que era una especie de mascota especial. Bajo el jubón negro su musculatura podía discernirse con facilidad; la prenda se alargaba hasta más abajo de sus rodillas y era una componenda de un acolchado oscuro bajo el cual estaba oculta una cota de anillas de acero entrelazadas, en el nacimiento del esternón se abría totalmente dejando que las solapas de ambos lados se explayaran sobre sus clavículas y que asomara la línea del contorno de sus pectorales. En una de las solapas un broche ornamental, fraguado en oro blanco, formaba la enseña de la casa real: El Sol del Invierno.

Sin más la cargó; sus manos la tomaron por las axilas y desde ahí la alzó en vilo sin ningún esfuerzo, luego de inclinarse hacia delante para acometer dicha acción. La puso al final sobre el hombro izquierdo, tan amplio era que ella podía sentarse ahí con total facilidad-¿A dónde ha ido la preciosa rubia que sueles ser, Caster?...-El gruñido salió de su boca cuando cruzaron la puerta de la armería. Fuera un par de Titanes, hombres casi tan altos y fuertes como su Rey, montaban guardia, ataviados con simples armadura y armados con largas picas de triple punta-Ella me cae mejor...no jode tanto como tu-
ZVS1535637 · 31-35, M
-¡JAJAJAJAAJAJAJA! -La carcajada que surgió de su garganta fue estruendosa, una tormenta cínica y mordaz que agitaba el fornido pecho del jayán de arriba a bajo. Cuando terminó tuvo que limpiarse la boca con el dorso de la siniestra-Ah...ah...-Le costaba restituirse, un par de lágrimas se habían agolpado a sus ojos-Tengo que admitir que eres chistosa niña...-Dejó sobre sus muslos el cuerpo esbelto y a la vez poderoso de aquel arma, sin dejar de mirar a la infante cuyo ardoroso reclamo se reflejaba en sus mofletes incendiados por la sangre agolpada. La piedra de afilar fue a parar en una mesa para trabajos metalúrgicos que estaba próxima y con la misma mano con la que la sostenía, le palmeó de manera inescrupulosa la cabeza, despeinándola-¿Dónde está la peliroja, por cierto?...Le dije que me buscara un grimorio desde hace días y no me ha traído nada...creo que haré que la decapiten por incumplir mi volutad-

De forma imperceptible le dio una caricia a los pechos de la lasciva forma que tenía la guarda de la espada ancestral, luego tomó dicho pomo y se levantó del taburete. Aventajaba tanto a la pequeña que esta apenas si llegaba a alcanzar la entrepierna del soberano. Zothernam avanzó hacia otra de las mesas donde se hallaba la vaina del mandoble y ahí fue a reposar su amada Ánarak, guardándose para mejores momentos...más propicios-Y ya que te gustan tanto esas Donas, deberías ver que la vieja sepa la receta de esa maldita cosa y no estar hostigándome con eso...La próxima te azotaré o mandaré a sellarte por la eternidad en algún sitio muy malo, donde nunca comas...Donas-La fulminó con una mirada más severa, su ceño fruncido y lo osco de su expresión era un espectáculo temible.
ZVS1535637 · 31-35, M
La piedra de afilar besaba el frío acero de su espada de forma recurrente. Dama Desesperada casi gemía de placer mientras las grandes manos de su portador la manipulaban, la acariciaban, poniéndola presentable para sus futuros amantes...¡Ay! Aquella vez crispó sus nervios; no sabía él porque aquella criatura había decidido subyugarse a su majestad más allá de razones tan aparentes como el que un Rey tan poderoso como él llamaba la atención de muchos tipos de súbditos...pero en definitiva el ente en ciertas circunstancias se convertía en un verdadero dolor de cabeza.

En cuanto la niñata se tiró a hacer monadas en el suelo ante él, detuvo el accionar de la piedra contra la hoja del espadón. Bajo las delineadas cejas la mirada se le oscureció-¿Donas...? ¿De qué hablas, Servant...qué...?-Apretó la mandíbula y cerró los párpados, dándose golpecitos en la frente con la piedra. Intentaba no caer en la desesperación...había pensado incluso en eliminar al espíritu, hacerlo desaparecer de alguna forma y para siempre, pero un pensamiento de compasión lo detuvo y quiso convencerse de que quería estudiar la naturaleza de aquella condenada manifestación, a parte, cuando era la atractiva rubia madura...pues representaba un medio bastante agradable de distracción...-¿Quieres dejar de lloriquear en mis salones, en mi piso? No necesitas comer y si lo necesitas pues ve a las cocinas y pide que te preparen lo que desees-Su voz, gruñido ronco y cargado de cólera resonó en todos los rincones de aquella estancia, una armería, la armería personal del monarca.
ZVS1535637 · 31-35, M
Ohh...Pero que cosas (?)