El iris de fuego brilló,
No
QUEMÓ,
Tanto que incluso sus cabellos se ondearon tras su espalda como una corta llamarada, no podía resistirlo, las figuras impresas sobre ese objeto eran puras llamas vibrantes que ahora hizo juego entre sus manos. — No tienes ni idea de lo gozoso que me pone éste acto, éste obsequio—

Le temblaron las rodillas con esa simple vision. Tanto se imaginó ese rojo sobre sus sábanas, y ahí estaba finalmente. Se aproximó despacio temerosa de que fuese una ilusión, pero seguía allí. Tomó asiento a su lado con cautela y colocó la lámpara entre ambos. — Te la ganaste. —

Para cuándo ella regreso la deidad del fuego se encontraba echado sobre la redonda cama de su compañera — ¿Hmm? ¿Enserio me la darás?— Le observó incrédulo sobre esa cómoda cojinería,sus cabellos rojos como el fuego decoró el blanco colchón, realmente parecía cómodo tanto que mantenía su mismo gesto de siempre: inmutable.

Ella no podía apreciar esa mirada, la habría amado. Siempre estaba esperando tener su atención de esa forma, pero nada funcionaba. Frustrada con ello caminó con un puchero en su rostro, hasta que entraron en su habitación. El sonido de agua fluyendo predominaba allí, en torno a un espacio lleno de cojines blancos en una cama circular. Cómo deseaba empujarlo allí en ese momento.
A lado había un salón lleno de tesoros. El oro relucía entre tantas joyas, y de un baúl tomó la lámpara. Se la ofreció tomándola con ambas manos.

Se dejó llevar, durante el recorrido supo que estaban solos y más apretó esa mano entre la propia para mantenerla cerca, desde ese ángulo solo podía ver cómo los cabellos oscuros de la deidad se meneaban junto con sus fértiles caderas y casi su iris bailo tratando de seguir ese vaivén. — Bien, al fin una ofrenda para el fuego—

Notó que apartó la mirada de ella y formó un puchero. ¿Por qué no me miras...? Dejó de flotar y tocó el suelo con los pies, luego caminó hacia él y le tomó una mano. — Vamos por la lámpara, te la has ganado. — Mencionó con un tono enojado, odiaba ser rechazada por él.

Sintió un poco de ¿Soledad? Cuando ella apartó esos almohadones, TENÍA que disimular su gusto por ella ¿Porque?... Bueno Entei realmente era demasiado tímido para asuntos románticos, siempre pensaba que no podía sobrellevar una relación por su incomprendido elemento. — Ah... ¿Quien sabe?— Se elevó de hombros y desvío la mirada tratando de no verse como interesado en esos bonitos piercings que en ella se veían bastante bien.

Levantó sus cejas con asombro. Ella había bromeado, pero en verdad sintió celos del objeto. Él prácticamente tenía sus senos en la cara, ¡Pero le importaba más esa cosa...! Bueno, a ella también le causó curiosidad. Levitó hacía atrás y luego hasta colocarse frente a él, cruzándose los brazos por debajo de sus proporciones. — Espero sea algo bueno, algo mejor que esto. — Con un índice dio un golpecito a uno de los aros que perforaba su pezón.

— Si me gusta... Mucho— Ahora seguía entre esa prisión y pensó en huir, pero le gustaba la idea de la lámpara. — ¿Celosa? ¿Quieres saber que hay dentro?—

Pasó los brazos por debajo de sus axilas para abrazar su torso y conservarlo dentro de esa prisión. — ¿Qué tal esa lámpara mágica con rubíes incrustados? Sé que te gusta, te he visto mirarla. Hasta yo estoy celosa. —