[ Realidad 2: Época Victoriana. El funeral ] Fue algo que sucedió de la noche a la mañana, su padre murió en un trágico accidente cuando su carroza se volcó y su prometida se suicidó. Una enorme tragedia que le favoreció, pues ahora era el amo y señor de toda la fortuna y negocios de los Fire, su familia. Entei observó la tumba de ambos en medio de los "pésame" de todos los presentes mientras la lluvia caía haciendo eco en su sombrero de copa, ni quiso usar la sombrilla, deseaba sentir la tristeza que supuestamente debía sufrir, al menos en la lluvia.
Notó que ella bajo la guardia, no la culpaba él era extremadamente atento con ella y sus manos buscaron desarmarla. Ahora le retiró esa ropa empapada y se apresuró por atraerla entre sus brazos para caer sobre la cama — Quiero que estés cómoda— así le abrigo junto con él.
Ella no se movió. Parecía que en su silencio un montón de cosas pasaban por su mente a gran velocidad, pues su mirada exigía algo. De todas formas, ¿Cómo podría enojarse con él? No cuando esas manos fueron a quitarle la ropa. Ella le ayudó despacio, aún con el entrecejo fruncido en su enojo, pero el vestido cayó a sus pies cuando se lo quitó y quedó en esa anticuada ropa interior igual de empapada. — No te preocupes. Entraremos en calor pronto. —
— Me importas tú— Corrigió de inmediato. Así se sentó y se acomodó para quedar frente a ella, acercó sus manos para tomar los botones de ese ajustado vestido negro e intentar abrirlos — ¿Porque no te pones cómoda, querida?, Si no quitas esa ropa te vas a enfermar—
Ella caminó hacia la cama, aún con la ropa empapada por el funeral. Si bien estaba lista para hacer las pases el verlo tan cómodo después de su pelea le hizo enfurecer. Apretó los puños y caminó hacia su lado de la cama, mirándolo desde arriba. — ¡En verdad que nada te importa! —
Yacia sobre la cama boca arriba y cómodo solo en su ropa interior, sonrió en sus adentros, era como si la hubiese invocado, levantó el rostro para observarle con un gesto endurecido — Adelante, pero cierra la puerta ...— Dió unos golpecitos sobre el colchón, parecía cansado pero acababa de tomar un baño y la toalla aún reposaba bajo su cabeza, ni sé tomó la molestia de secarse bien los cabellos.
Ella ya se había mudado a su alcoba hace varios días. Si bien le habían asignado una mejor ambos terminaban compartiendo la cama de igual forma, así que terminaban en la más grande. Pero por esa vez ella fue a esa habitación abandonada, se paseó por ella con la mente hecha un lío, y cuando decidió que necesitaba seguir compartiendo sus pensamientos entró sin permiso a la habitación del otro. — Necesito hablar contigo. —
No podía creer sus acciones, chasqueo fastidiado por eso y tomó las cosas de ella entre sus manos para entrar a la mansión, fue recibido por Ophelia a quien le entrego incluso su abrigo. Estaba completamente húmedo por la lluvia y su cara negó cualquier atención que la dama de llaves le ofreció. Y a paso pesado subió los escalones hasta su habitación, iba a dejar a Elif enojarse sola era tan egocéntrico que estaba completamente seguro de que ella vendría a buscarle.
Grotesco era una buena forma para describir todo lo que estaban viviendo. Una tragedia tras otra, el escrutinio público y la creciente sensación de que algo podría pasarle. Pronto su corazón se llenó de sentimientos encontrados, tanto que poco antes de llegar a la mansión le soltó y se cruzó de brazos de forma defensiva, mirando hacia la ventana. Una vez que llegaron a su hogar salió sin esperarlo, entrando a buen ritmo a la mansión.
Frunció el ceño, eso le había molestado bastante y fue tanto su enojo que le fulminó con la mirada pero sin soltarle. — ... Ese comentario fue realmente grotesco— De igual forma no la soltó pero siguió observando al paisaje, no estaba feliz por todo ello, aunque quisiera o debería, por más detestable que fuera jamás deseo la muerte de su padre y mucho menos de su prometida.
