Corrieron. No faltaba motivación para hacerlo, la oscuridad era tan terrible que parecía empujarlos por detrás a través del miedo. Ella se desesperó, se liberó de una pesada parte del kimono por un brazo y soltó su mano por segundos para dejar atrás la ropa y quedar en tan sólo una camisa blanca y holgados pantalones rojos. Tomó su mano de nuevo, y con el peso de sus palabras en el corazón no dejó de seguir. Terminaron en una colina donde hacía abajo estaba la vista completa del palacio en llamas. Ella contuvo la respiración, la marea de fuego tenía una velocidad anormal hacia el bosque...