El día que se derramó la primera sangre no pintaba para ser un día triste. Al contrario, desde que Elif fue invitada había ruido en todas partes del palacio. Sus aposentos estaban cerca de los del harén por el nivel de seguridad en esa área, pero no tardó en iniciar una guerra con ellas. Se escabullía a sus baúles y robaba sus cosas aunque no las necesitara, ellas robaban sus bocadillos cuando tenían oportunidad, y cuando menos lo esperaban ella les quitaba las toallas, las batas y los jabones en los baños. Los guardias eran seguidores de Elif, se habían ganado la oportunidad de ver correr...
Ella tomó a Entei de la mano y lo siguió. Cuando la oscuridad profundizó la recorrió un escalofrío, y una vez que descubrió la astucia del animal trató de detener a Fuego apretando su mano y clavando los talones en la tierra. — Tengo miedo, esto no me gusta. Por favor volvamos. — Volteó hacia atrás para volver, pero no se movió de su sitio. Se habían internado tanto que ya no reconocía el camino de regreso. Se le hundió el corazón cuando poco a poco la realidad le cayó como un balde de agua fría.
