El día que se derramó la primera sangre no pintaba para ser un día triste. Al contrario, desde que Elif fue invitada había ruido en todas partes del palacio. Sus aposentos estaban cerca de los del harén por el nivel de seguridad en esa área, pero no tardó en iniciar una guerra con ellas. Se escabullía a sus baúles y robaba sus cosas aunque no las necesitara, ellas robaban sus bocadillos cuando tenían oportunidad, y cuando menos lo esperaban ella les quitaba las toallas, las batas y los jabones en los baños. Los guardias eran seguidores de Elif, se habían ganado la oportunidad de ver correr...
— Lo fué... ¿Recuerdas?— Detuvo el caballo y jalo de su rienda para amarrarlo a un tronco, así se acercó a ella para ayudarla a bajar del caballo.Tomando su arco y flechas, le indicó con la mirada que le siguiera— Debemos ser cautelosos, una fina piel de zorro es lo que cazare para tí—Con sus conocimientos y recuerdos más frescos de lo habitual, sonrió para sí mismo— Elif, te prometo que regresaremos pero por el momento debemos fingir nuestra humanidad—Le indicó que se ocultara tras su espalda y observó a lo lejos un zorro gris.
