El día que se derramó la primera sangre no pintaba para ser un día triste. Al contrario, desde que Elif fue invitada había ruido en todas partes del palacio. Sus aposentos estaban cerca de los del harén por el nivel de seguridad en esa área, pero no tardó en iniciar una guerra con ellas. Se escabullía a sus baúles y robaba sus cosas aunque no las necesitara, ellas robaban sus bocadillos cuando tenían oportunidad, y cuando menos lo esperaban ella les quitaba las toallas, las batas y los jabones en los baños. Los guardias eran seguidores de Elif, se habían ganado la oportunidad de ver correr...
No había pistas que seguir. Aunque se mantuvo en la habitación de Entei solicitó pergaminos y libros por doquier para investigar. Si bien había mucha información en el sitio no había demasiado qué les sirviera. Había algo que por momentos pensó posible, pero era una barbaridad. — La puerta... — Murmuró ensimismada en sus pensamientos. Había una puerta cerrada para consumir el mundo humano en oscuridad, lo cual era libre por una sola razón: La deidad de la Luz jamás lo permitirá. Estaba obligada por su existencia a mantener siempre a Oscuridad bajo control, era un conocimiento básico, pero... ¿Y si...? — ¿Un accesorio de piel? Vaya, qué elegante. Aunque prefiriria que mi piel fuese tu accesorio. —
