El caos llegó al palacio. Los vicios y las fiestas hicieron que otras deidades atraparan a los elementos con la guardia baja. Los consideraban perezosos e inútiles, así que decidieron darles una lección. Las deidades de la Luz y de la Oscuridad eran increíblemente poderosos, y pudieron convertirlos en humanos para lanzarlos a una época al azar a la tierra. Qué débil estaba Elif al caer sobre una pila de paja, con la piel blanca y el cabello negro. Cuando despertó, su primer pensamiento fue para el fuego. — ¿Entei...? —
El sonrojo se extendió hasta sus oídos, se quedó petrificado ante la imagen y agradeció tener ropas anchas o su amigo entre las piernas lo dejaría muy mal parqueado. Esa mujer de verdad le gustaba, no supo sí era por los recuerdos de su infancia o por su apariencia o por esa punzada en su corazón que le anunciaba que éste encuentro era más transcendental que otra cosa. Soltó un jadeo silencioso y su aliento pareció una llamarada que al salir casi le quema el paladar. — Tú... Estás ... Loca— Gruñó. Y camino detrás de ella más bien precavido,tratando de borrar esa imagen en su mente. Así finalmente llegó la hora de la cena en dónde los dejaron solos a ambos en el enorme comedor, el Emperador dió la orden de dejar solos a la joven pareja para propiciar su romance sin interrupciones. En silencio comía tratando de permanecer tranquilo y no pensar en semejante imagen que vio minutos atrás.
