Su guiño le hizo parpadear ligeramente y entonces quizá, captó el mensaje.
— Ya habrá tiempo para eso— Aseguro alimentadola y cuando su pie tocó su pantorrilla no se movió si quiera, le dejó hacer pues por su parte era más importante alimentarla.
Cuando terminó de hacerlo también le limpio los labios con la servilleta — Debes estar, cansada ¿No?— Lo decía por su ropa tan pesada pues él incluso portaba una armadura.

Valía más ser alimentada por él que las risillas, cuyas dueñas eran verdaderamente afortunadas de tenerla cerca en su versión humana, o ya habría hecho una sopa con ellas al inundar el sitio. Masticó despacio buscando imaginar la escena, ella trepando árboles con él, seguro podrían ser los que eran frutales en la habitación de Tierra y sus jardines, como le hubiese encantado una realidad así. Por debajo de la mesa y gracias a que el kimono le cubría las piernas buscó tocarle una pantorrilla con la puntita del pie. — Tal vez si estoy un poco distante... Digamos que hay otras ideas que me distraen. — Le guiñó un ojo.

— ¿Molesto?, Hoy tú estás distraída o quizá has cambiado mucho en todo este tiempo. Recuerdo otras cosas... Cómo cuando trepabamos los árboles por los duraznos—
Se dió la libertad de tomar sus propios palillos y juntar perfectamente los granos de arroz para ofrecerle a ella en un movimiento suave, sí, iba a alimentarla.
Se escucharon pequeñas risillas de mujeres por el pasillo del segundo piso pero Entei ignoró todo eso. — Debes comer bien...—

Se percató de algo. Él parecía mencionar que había tenido una infancia con ella, y el pensar en esa etapa de su vida con él ... Había sido una deidad desde que recordaba, con una forma adulta constante. Si había una infancia en su propia vida ciertamente no lo recordaba. — Está mejor, gracias... Debes estar molesto por eso ... ¿Qué otras cosas recuerdas? — Cuestionó, tomando un pedacito de pescado para llevarlo a sus labios. Estaba bastante rico, tenía un toque de limón y salsa de soya. Podía tomar pedazos grandes de comida con facilidad, pero cuando intentó tomar arroz este se deshizo entre los palillos, a lo que suspiró con resignación. Qué pésimo prospecto de esposa estaba haciendo.

Notó que tenía problemas para alimentarse y eso le pareció extraño, le observó con el ceño levemente fruncido — Es extraño que te comportes así, cuando fuiste tú la que me golpeaba en el pasado por no saber usar eso— Optó por acercarse a ella y tomarle la mano para acomodarle los palillos — Renuncia a ese pensamiento de querer estar desnuda, ¿Acaso crees que me va a gustar que otros vean tu cuerpo?— Al hablar le mostraba como usar tales palillos para incluso acomodarle la manga del kimono con un par de dobleces.
— ¿Qué tal así? ¿Más cómoda?—

Ella sonrió victoriosa todo el camino,y esa sonrisa se amplió mucho más cuando los dejaron solos. Ahora estaba en una crisis, ¿Comer, o molestarlo? Estaba bastante hambrienta, así que fue por lo primero. Quiso tomar los palillos pero su mano fue rápidamente cubierta por la gran manga del kimono. También la otra. Cada vez que las retrocedía estas volvían a interferir, de hecho casi caen en la comida. Bufó malhumorada y aleteó cuando perdió toda la paciencia, como si con eso la ropa desapareciera.
Se detuvo cuando se dio cuenta de lo muy rara que se veía. El hambre la hizo formar un puchero remarcado. — ¿Cómo pueden comer con esto...? En verdad prefiero andar desnuda. —

El sonrojo se extendió hasta sus oídos, se quedó petrificado ante la imagen y agradeció tener ropas anchas o su amigo entre las piernas lo dejaría muy mal parqueado. Esa mujer de verdad le gustaba, no supo sí era por los recuerdos de su infancia o por su apariencia o por esa punzada en su corazón que le anunciaba que éste encuentro era más transcendental que otra cosa.
Soltó un jadeo silencioso y su aliento pareció una llamarada que al salir casi le quema el paladar.
— Tú... Estás ... Loca— Gruñó.
Y camino detrás de ella más bien precavido,tratando de borrar esa imagen en su mente.
Así finalmente llegó la hora de la cena en dónde los dejaron solos a ambos en el enorme comedor, el Emperador dió la orden de dejar solos a la joven pareja para propiciar su romance sin interrupciones. En silencio comía tratando de permanecer tranquilo y no pensar en semejante imagen que vio minutos atrás.

Eso le recordó por que le gustaba tanto que él se intimidara así, por el rojo de sus mejillas. Era el único carmín en Fuego que le pertenecía siempre a ella, y provocarlo siempre había sido gracioso. Desgraciadamente anochecía y pronto los llamarían para la cena, pero pensaba aprovechar esos pocos segundos para seguir atormentando a ese chico. — ¿Oh? ¿Entonces el problema es el lugar? — Se llevó las manos al kimono, lo tomó por las telas del escote y escabulló su mano hasta la muñeca. Irla bajando iba abriendo las telas y mostrando piel, y pronto por el tamaño de sus pechos pudo vislumbrarse una apretada línea entre ellos, poco a poco. — Ese no es problema para mí. — Entonces sacó su mano y la tela volvió a su sitio, luego le pasó de largo dejándolo con ese vistazo. — Estoy hambrienta. Te recomiendo que comas bien, pronto voy a exigir toda tu energía. —

— Pero ¿Qué demonios te pasa?—Colocó un poco de resistencia, con la delicadeza que implicaba tratar ese cuerpo femenino pero no se iba a dejar desnudar, mucho menos ahí bajo la mirada de todo el palacio. — ¡Detente! ¿De dónde sacas eso, mujer?— El rubor y su ceño prosiguió, estaba demás sorprendido por las ideas de su "prometida" porque sí, no tenía deseos de elegir a nadie más pero ese comportamiento lo estaba sacando de quicio. — No, No, No.... ¡Aquí no!— Empezó a dar unos pasos hacia atrás pero su enorme espalda estaba cubriendo el comportamiento de Elif hacía el palacio y supo que no iba a dejarla al descubierto por lo que detuvo su escape para sujetarle las manos.

Ahí estaba, esa resistencia a la que estaba acostumbrada... ¿Y por qué no divertirse un poco mientras tanto? Soltó una risilla maliciosa y le tomó de la ropa, amenazando con que bien podría quitársela. — Claro, claro, las nupcias... ¿No escuchaste la nueva moda de ahora? Hay que revisar el cuerpo del novio para ver si es apropiado. Ya sabes, procedimiento de rutina. — Era sólo para saber si era él, no es que estuviese personalmente interesada en las proporciones que sólo había imaginado en su cabeza... Claro.— ¡Sólo un poco! —