El caos llegó al palacio. Los vicios y las fiestas hicieron que otras deidades atraparan a los elementos con la guardia baja. Los consideraban perezosos e inútiles, así que decidieron darles una lección. Las deidades de la Luz y de la Oscuridad eran increíblemente poderosos, y pudieron convertirlos en humanos para lanzarlos a una época al azar a la tierra. Qué débil estaba Elif al caer sobre una pila de paja, con la piel blanca y el cabello negro. Cuando despertó, su primer pensamiento fue para el fuego. — ¿Entei...? —
Eso le recordó por que le gustaba tanto que él se intimidara así, por el rojo de sus mejillas. Era el único carmín en Fuego que le pertenecía siempre a ella, y provocarlo siempre había sido gracioso. Desgraciadamente anochecía y pronto los llamarían para la cena, pero pensaba aprovechar esos pocos segundos para seguir atormentando a ese chico. — ¿Oh? ¿Entonces el problema es el lugar? — Se llevó las manos al kimono, lo tomó por las telas del escote y escabulló su mano hasta la muñeca. Irla bajando iba abriendo las telas y mostrando piel, y pronto por el tamaño de sus pechos pudo vislumbrarse una apretada línea entre ellos, poco a poco. — Ese no es problema para mí. — Entonces sacó su mano y la tela volvió a su sitio, luego le pasó de largo dejándolo con ese vistazo. — Estoy hambrienta. Te recomiendo que comas bien, pronto voy a exigir toda tu energía. —
