Una cabrona de tomo y lomo <3 ~
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Jev1539539 · 26-30, M
Uss:Gracias por aceptar, lamento la demora, espero que podamos rolear en algún momento.
KaizelKurtz · M
Hola Camille, gracias por aceptar mi solicitud (:
User1535061 · M
Ausente, destrozado, extrañándote y con ganas tremendas de follarte, espero verte pronto, me belle Camille.
EdgarBlack · M
[ Ooc: Estaba buscando de donde había escuchado la canción de fondo y recordé que es de la película "Yes Sir" con Jim Carrey. Genial. Hmmm, gracias por aceptar mi invitación. Disculpa la demora en la salutación. FIN.]
LeonardBeauregard · 31-35, M
Ooc: no hay nada que agradecer de ninguna de las dos cosas. Díme, princesa, ¿quieres hacer una historia o es que prefieres hablar fuera?
LeonardBeauregard · 31-35, M
Ooc: gracias por aceptar, guapa.
User1535061 · M
Out: Y yo a ti, mi drogadicta favorita. Me dejaste a la mitad de la historia.
Arthas · 100+, M
Por el contrario, gracias por vuestro interés... Lavi Bookman, un placer.
User1535061 · M
Creo que tengo un poco de white diesel en casa. Comentó sonriendo de lado, podía oler esa "intranquilidad" que la invadía, lo satisfacía sentirla así, poner nerviosa a la gente era uno de sus pasatiempo favoritos. Se encogió un poco de hombros y deslizó la mano hasta el botón de la calefacción, ¿cómo no iba a tener frío? él no sentía frío, su cuerpo estaba en una temperatura demasiado elevada como para sentirlo.- Bien, podemos hacer una fogata en el patio trasero, igual podemos acampar, claro, si tu mamá te deja. - Sonreía juguetón, tenía planes para ella, se le antojaba poseerla, hurgar en cada centímetro de su piel, acariciarla, incluso follarla salvajemente, pero se estaba propasando ¿no? él no era un tipo normal, demasiado zafado, se limitó a sonreír como si ocultase un secreto y aceleró un poco más, pronto las casas comenzaron a escasear, los árboles invadían la vista y había más vegetación que población, dio vuelta a la derecha y ahí, donde parecía haber no más que tres casa se metió. Demasiado grande para ser una simple casa, quizás era un rancho, necesitaba espacio para lo que hacía, para un par de portales y puertas a otro mundo, por eso necesitaba espacio. Se estacionó frente a la casa, una casa de piedra roja, demasiado grande para vivir él solo, las puertas enormes de cristal enmarcadas con madera, las ventanas gigantes que no dejaban ver más que el reflejo de lo de afuera, había una barda de piedra que dividía la propiedad de las demás. Apagó el auto y la miró. -Bienvenida, espero hayas visto por donde te traje, así si quieres huir sabrás como hacerlo.
Cy1516757 · F
Esta vez no corría por su vida, esta vez no la buscaban para matarla, ese día había ido de visita, tal como lo hacía su hermano ¿si él lo hacía por qué ella no? claro que de vez en cuando podía ir por ahí sin preocupación alguna, bueno, por lo menos no de esas preocupaciones que la hacían casi sufrir paros cardíacos.
Ese día había elegido Francia, de Madrid a Francia, excelente elección.
Se paseaba por la calle, tan iluminadas por el sol que podía sentir el calor recorriéndole cada parte del cuerpo, que sensación tan agradable, también podía sentir las miradas de algunos hombres que la desnudaban al pasar, ¿quién no? era de esas bellezas inhumanas, de esas inexistentes y perfectas, las hermosas facciones finas, la piel pálida como la porcelana, cuerpo formado y nada exagerado, todo perfecto, hermosa.
Llevaba las manos a sus costados, extendidas como un par de alas, deslizándose entre la multitud y con gracia, elegancia, sonreía como una pequeña entretenida con algún caramelo, la vida era su caramelo en ese momento.
• Te habías tardado en salir. • La voz familiar le habló en la nuca, en esa cercanía ciertamente incomoda para una relación que apenas se había arreglado, el mellizo traicionero, Sokar, se encontraba en Francia y aprovechaba aquella ocasión para quedar bien con su hermana, convenenciero el hombre.
Esbozó una sonrisa y luego se volteó, nada le arruinaría aquel día, no ahí y no mientras aún pudiera sonreír sin problemas.
• No toda la vida es estar encerrada, hermano. • Le respondió cogiéndolo por el brazo, ambos eran idénticos, cabello negro, ojos azules, facciones finas y perfectas, piel pálida como la porcelana y ambos altos, claro que él más que ella pero al final de cuentas bien podían ser gemelos, pero no era el caso.
Aquel azabache, alto, atlético y atractivo llamaba la atención, ambos se veían tan fuera de contraste e inalcanzables que resultaría decepcionante el verles y saber con rapidez que nadie podría poseerlos y así, caminando a la par y en silencio ambos jóvenes fueron a dar al palacio de Versalles, quizás tomarían un café después.
Ese día había elegido Francia, de Madrid a Francia, excelente elección.
Se paseaba por la calle, tan iluminadas por el sol que podía sentir el calor recorriéndole cada parte del cuerpo, que sensación tan agradable, también podía sentir las miradas de algunos hombres que la desnudaban al pasar, ¿quién no? era de esas bellezas inhumanas, de esas inexistentes y perfectas, las hermosas facciones finas, la piel pálida como la porcelana, cuerpo formado y nada exagerado, todo perfecto, hermosa.
Llevaba las manos a sus costados, extendidas como un par de alas, deslizándose entre la multitud y con gracia, elegancia, sonreía como una pequeña entretenida con algún caramelo, la vida era su caramelo en ese momento.
• Te habías tardado en salir. • La voz familiar le habló en la nuca, en esa cercanía ciertamente incomoda para una relación que apenas se había arreglado, el mellizo traicionero, Sokar, se encontraba en Francia y aprovechaba aquella ocasión para quedar bien con su hermana, convenenciero el hombre.
Esbozó una sonrisa y luego se volteó, nada le arruinaría aquel día, no ahí y no mientras aún pudiera sonreír sin problemas.
• No toda la vida es estar encerrada, hermano. • Le respondió cogiéndolo por el brazo, ambos eran idénticos, cabello negro, ojos azules, facciones finas y perfectas, piel pálida como la porcelana y ambos altos, claro que él más que ella pero al final de cuentas bien podían ser gemelos, pero no era el caso.
Aquel azabache, alto, atlético y atractivo llamaba la atención, ambos se veían tan fuera de contraste e inalcanzables que resultaría decepcionante el verles y saber con rapidez que nadie podría poseerlos y así, caminando a la par y en silencio ambos jóvenes fueron a dar al palacio de Versalles, quizás tomarían un café después.
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