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There's no reason for me to live now.
 
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Durante lo mucho o lo poco que duró el camino hacia el hangar no estuvo pendiente de los peligros. ya no podía perder más. Pero si para ella su vida ya no valía nada, ¿por qué para él sí?

Y al entrar a la nave, sólo veía los pies de quienes los esperaban para recibirlos. Y una vez estando adentro, encontró alivio al sentarse. Ni bien el cinturón de su asiento quedó ceñido a ella, alzó la mirada hacia él, asintió débilmente y volteó el rostro para mirar por la ventana, a su vez que se quitaba la capucha, descubriendo así sus largas cascadas de cabello rojo, cuyas puntas seguían húmedas.

Al recibir su beso quiso tomar su mano y pedirle que no se alejara de ella, de su asiento, pero su boca ni siquiera pudo abrirse, sólo se limitó a asentir nuevamente. No le importaba a dónde fueran, no le importaba nada. Sólo sabía que tenía la necesidad de estar con él y no alejarse. Tomaría una siesta para recuperar fuerzas, quizá despertaría con apetito y sed, y con suerte, sus ganas de vivir.
DMx1576397 · 22-25, M
No pasaba por ningún lugar sin antes formar buenos contactos y recompensarlos en efectivo. Tenía que agradecérselo a su patrocinador, que al mismo tiempo era su mentor y creador de la unidad que utilizaba, la cual ya iba cargada en la nave.

— Aquí es. — Murmuró. Había algunas personas apurándolo con ademanes. Uno de ellos le comentó que todo estaba listo, así que llevó a Asuka al interior. Le colocó el cinturón, después puso en sus manos una pequeña bolsa con galletas y una botella de agua.

— Es todo lo que tengo, pero prometo cocinar para ti cuando lleguemos. — Y besó su frente con cariño. — Lo hiciste bien. —
No entendía del todo lo que estaba sucediendo. No distinguía entre un sueño y la realidad.

¿Estaba muerta?

Sentía dolor en cada articulación, eso debía ser real. Sus pies andaban por inercia, ¿de dónde había sacado la fuerza para caminar, más allá de la ayuda del castaño? Entonces le miró. Estaba arriesgando todo por ella, absolutamente todo.

La pelirroja se soltó de él al reincorporarse, haría un último esfuerzo por llegar hasta ese dichoso hangar, pero no por ella, sino por él. Al cruzar miradas asintió con determinación, siguiéndole el paso, aunque le costara ver del todo bien con esa capucha y las prendas tan holgadas.
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— Eso es algo que podemos cumplir; necesitamos que nadie te vea. — Levantó la capucha de la prenda y cubrió su cabello rojizo, después se colocó la mochila de nuevo y le llevó con él.

La animó a caminar, pasando un brazo por su cintura y tratando de cargar su peso contra el costado. La llevó por callejones directo al hangar, y conforme estaba más cerca el corazón le latía desbocado.
El dolor de cabeza era casi insoportable, y de pronto también lo sintió en todo el cuerpo. Y a pesar de eso estiró un pie y luego el otro, colocándose lenta y torpemente el calzado. Se llevó una mano a la frente mientras asentía.

— ¿Adónde piensas llevarme? —inquirió en un susurro áspero mientras se apoyaba del respaldo de esa silla vieja para ponerse de pie—. Yo... ya no quiero... —tomó aire para no romper en llanto de nuevo—. No quiero que nadie me vea... soy horrible.
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— Correré el riesgo. — Murmuró ante su cercanía, envolviéndola con los brazos hasta acurrucarla contra su pecho. Ella había hecho y dado demasiado por la humanidad, lo justo era que al menos uno de ellos le devolviera el favor.

— Ponte los zapatos, tengo una nave esperando. Necesito que des un último esfuerzo, ¿Podrías hacerlo? — Y llevó una mano a su cabeza, acariciando encima de la misma con suaves gestos. Confiaba en ella, sabía que debajo de toda esa decepción seguía siendo la misma chica fuerte de siempre.
(...) con la ajena, porque a pesar de todo, estaba agradecida de volver a verlo, aunque sea una vez más.

— Puedes morir si... nos encuentran juntos... déjame aquí y sálvate... vuelve a tu colonia... tú no perteneces aquí...
Deseaba morir.

¿Por qué se sentía con el derecho de arrebatarle eso? Ya no le quedaba nada más, nada... y aún asi se había aferrado al cuello ajeno, apoyándose de él para ponerse de pie aunque tuviera un rato que había perdido la sensibilidad en sus miembros.

Estuvo a punto de resbalar al intentar salir de la tina. Se le notaban las costillas y los cuencos de la clavícula más que nunca, y ni hablar de los oscuros cuencos bajo esos ojos azules que parecían opacos.

Se dejó vestir cabizbaja, mientras su cabello enmarañado escurría por todo su cuerpo, habiendo formado un pequeño charco debajo de la silla. Aturdida, adormecida, se encontraba en un profundo estado de ensoñación. Y quedó mirándolo procurarla por un rato, que todo en ella comenzó a reaccionar; comenzando por un inminente y muy ruidoso llanto, y con este le siguieron un par de arcadas. Mas no pudo vomitar nada por la falta de alimento.

— Danke... —apenas se pudo escuchar, al inclinar la cabeza hasta topar (...)
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— Tampoco tú. — Y no es que hubiese pensado demasiado lo que iba a hacer. Se preguntó por un instante si alguien lo detendría aunque el mundo fuese un desastre, pero decidió no pensar más en ello. Ya había un carguero listo para salir, y pensaba subirla en él.

Miró el uniforme en la silla, pero llamaría mucho la atención. De la mochila trajo su propia ropa: un suéter negro y pantalones deportivos, los que empezó a ponerle con dificultad.

— No hay tiempo, pero saldremos de aquí. —
Apenas pudo despegar la nuca del respaldo, parecía que abrir los ojos le produjo un dolor inmenso. Giró lentamente la vista cuando su agarre la demandó. Tenía la garganta demasiado seca para poder tragar saliva.

— En verdad estás aquí... —reconoció, manteniendo ese hilillo de voz, aunque esta vez sonara más rasposo. Sus ojos se iluminaron un poco, no sabía si su mente le estaba jugando otra mala pasada. Y aunque intento separar toda su espalda no encontró fuerza mas que para alzar los brazos en busca del cuello ajeno—. ¿Adónde? ...no deberías estar aquí.

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