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Hace mucho, mucho tiempo, en un lugar muy lejano existía un templo blanco como el marfil. Pristino, puro pero recto y firme, era la epítome del Orden en la región de Auroch.

Fue allí donde las primeras memorias de cierto niño bastante especial comenzaron a forjarse, en antaño dónde sólo había silencio y conocimiento. Dónde las emociones humanas no tenían cabida.
 
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Mientras iban de camino al templo que la pequeña había interpretado en sus sueños, esta se limitó a mirar el paisaje tras la ventana del carruaje, esperando encontrar un rastro de emoción, o sentimiento, pues si bien, sabía que estaba próxima a conocer al ser con quien compartiría su eternidad, tristemente ningún sentimiento parecía despertar en su interior.

« ¿Dos ascendidos son capaz de sentir amor?, ¿cómo se supone que debemos salvaguardar el equilibrio, si ni siquiera podemos ser partícipes de este? Estoy cansada, quiero irme de aquí. Pero... ¿A dónde podría escapar? Ao está en todas partes, aun si este desea no estarlo, ¿Cómo es que el consejo puede considerar mi existencia una bendición? »
Una vez Rihannon despertó, mando a llamar a los miembros del consejo de inmediato, con la noticia de que había conseguido el paradero de uno de los ascendidos. ¿Como pudo deducir algo así? Era sencillo, pues a pesar de que sus visiones solían ser constantes, pocas veces provocaban algo en ella, y la de aquella noche, indiscutiblemente había conseguido alterarla.

Los miembros del consejo creyeron cada una de las palabras de la pequeña, y a primera hora de la mañana siguiente, hicieron todos los preparativos para dirigirse al destino que Rihannona había descifrado en dicha visión. Aquel viaje se vería agrupado por siete miembros del consejo, cincuenta y siete guardias reales, y dos clérigos de alto nivel. Un equipo moderado, pero útil en caso de cualquier riesgo, en especial portando a la encarnación de Ao, quien, a causa de su corta edad, aun podría correr riesgo en caso de ser víctima de una emboscada. (…)
o al menos eso es lo que Riha creía, pues al momento de voltear hacia atrás, pudo notar como aun podía presenciar su sombra. Algo completamente natural, o al menos así sería si esta no hubiera comenzado a agrandarse cada vez más, y más, hasta nuevamente cubrir toda el área de oscuridad.

De un modo inexplicable, aquella sombra tomo un aspecto indescriptiblemente horroroso. Aun así, Riha no parecía inmutarse, o al menos no hasta que aquella bestia extendió una de sus manos en dirección a la pequeña. Llevando la palma de su mano frente a ella, mostro lo que parecía ser un rubí. Un tanto confundida y finalmente nerviosa, analizo minuciosamente aquella gema, hasta ser interrumpida por un fuerte alarido por parte de aquella bestia, el cual provocaría que irremediablemente Rihannon finalmente lograra despertarse. (…)
La imagen era difusa al principio, pues no parecía haber luz alguna. Era extraño, pues Riha de alguna forma podía sentir que nunca antes había percibido tanta oscuridad en su entorno. Aun así, no parecía tener miedo, ni duda, por lo que trato de caminar hacia el frente, teniendo fe de que nada la hiciera tropezar en el camino ¿Había que encontrar algo? No estaba segura, pero algo dentro de ella, le aseguraba que no debía detener el paso.

El tiempo era distorsionado en dicha visión, algo similar a lo que ocurre en los sueños, donde los segundos se convierten en horas, provocando que la pequeña comenzara a desesperarse. Aun así, su espera culminaría en ese instante, pues de forma repentina, una luz cegadora se manifestó de forma expansiva en toda el área, haciendo desaparecer hasta el más mínimo rastro de oscuridad, (…)
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➥➥ P A S A D O
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Sueño nocturno, un estado de reposo genuinamente placentero para la mayoría, en especial para los infantes, quienes requieren una mayor cantidad de descanso para incentivar su desarrollo. Desafortunadamente, la pequeña Rihanonna no contaba con tal beneficio; pues a diferencia del resto, al momento en que esta cerraba sus ojos para tratar de dormir, una serie de visiones constantes vendrían a su cabeza, dándole apenas una mínima oportunidad para descansar como corresponde.

Fue entonces que aquella noche como de costumbre, una pequeña Rihanonna de tan solo siete años de edad, se recostaría sobre su cama, llevando ambas manos hacia su pecho para tratar de obtener lo más cercano a un sueño, sin embargo, al instante en que cerro sus ojos, y consiguió que su cuerpo entrara en estado de reposo, una visión nuevamente vendría a ella. (…)
Ashmedai · 36-40, M
Aquellos pensamientos invadieron su cabeza, al tiempo que esperaba recostado a aquel balcón, esperando pronto ver las figuras de aquella comitiva en el horizonte, de seguro algunos acarreando consigo el peso de una apropiada litera, pues había escuchado que aquella provenía de la realeza. Ambos venerados por cosas que no comprendían, ambos preparados para un destino que no sabían si querían.
Ashmedai · 36-40, M
Y entonces cuando llegó allí lo supo, supo que en una o dos horas cómo máximo la comitiva de aquella que llamaban "una de las ascendidas" estaría arribando al lugar. Con sus ojos azulados asomados entre dos dedos se observaba un hermoso paraje, de arenas blancas, un desierto pristino pero rodeado de Oasis, un lugar al que pocos podían llegar sin guía o sin el peregrinaje adecuado. Ese templo blanco de color marfil, era llamado el Faro del Oasis de Auroch, una pequeña ciudad más que un templo parecía rodearle, aunque sus habitantes eran pocos y su diseño elegante pero austero.

**"Muy pronto conoceré a alguien que lleva más tiempo que yo cargando con ese peso. ¿Ella lo supo desde que era una bebé? Es intrigante poder aprender más. "**
Ashmedai · 36-40, M
Recordando sus vagas y primeras memorias, y cómo ese templo, que fue erguido alrededor del cristalino manantial creció a lo largo de los años hasta convertirse en lo más parecidoa su hogar, el chico no se movió hacia la entrada principal. Sus pies subieron por sobre gradas a toda velocidad, uno de los escribas tuvo que moverse del camino para evitar tirar todos los rollos que llevaba entre sus brazos, mientras el jóven de marfil simplemente continuaba ascendiendo, ya a esas horas, pues era casi la sexta hora de ese día destinado, comenzaban a caer los rayos de sol de modo que su dorada luz candorosa caía por sobre el chico albino quien se vería obligado a cubrirse de la luz del sol con su diestra al salir a uno de los balcones.

Ashmedai · 36-40, M
Era extraño, había pasado años desde que fue encontrado en un manantial luego de que un cometa rojizo zurcara los cielos en medio de un eclipse, y por ende desde ese instante como si se hubiese tratado de una profecía, aquel que bautizaron como Ashmedai habría sido elegido por personas que ni conocia para que fuese su profeta, ancianos, jóvenes, hombres y mujeres habían decidido rendirse ante él para que cumpliese un destino del cuál no estaba seguro. Y cómo su llegada coincidió con la caída de aquel rojo cometa, le adjudicaron entonces la leyenda del Caballero Rubí, apodo que llevaría toda su vida de ahora en adelante.
Ashmedai · 36-40, M
Ya era la quinta hora de la mañana, y en aquel instante ya los monjes silentes que eran sirvientes de aquel chico se encontraban en el lugar, habiéndole vestido con túnica blanca, y perfumándole con varios suaves pero exquisitos aromas traídos del este, el chico era preparado. En ese instante mientras algunos collares de oro y aretes eran puesto en el varón, pálido como el márfil de ese templo, se levantó sabiéndose listo y asintiendo hacia los monjes.

A pesar de todo, era un niño, la curiosidad le invadía por lo que pies descalzos comenzaron a moverse por sobre pasillos inmaculados hacia el siguiente destino. El sacerdote del templo le había dicho que hoy sería un día bastante especial, y por ende apurado para moverse hacia la entrada de ese recinto se notó apurado para encontrarse con aquella que aparentemente estaba destinada a estar a su lado cuando cumpliesen la mayoría de edad.

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