—No estoy reprochando nada... Soy idiota pero no llego a tanto. Solo digo que esas mujeres cargaban troncos de cien kilos y vivían hasta los noventa años... No se puede pasar por alto su sabiduría. — Soltó una pequeña risa incluso ahora que sentía como si la cama le diera vueltas. Seguramente debido a la pérdida de sangre que había parado hace poco.

Hubo un pequeño silencio en la habitación mientras Alexei miraba fijo al techo para calmar el mareo. Fue ahí que con voz seria y sincera se disculpó, quizá por decima o doceava vez.

— Lo siento en verdad... Aun no me acostumbro a que haya alguien que se preocupe por mí... Fui tonto, y orgulloso. Debo empezar a recordar que hay alguien esperándome al volver a casa.