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Haces de la alguna vez alba grababan junto a la sombra del poco repetido, pero no por eso empobrecido follaje un patrón que, meciéndose por mor del suspiro de la tarde, hacían del reposo so tal penumbra una dicha disfrutable y única. El silencio humano era exquisito, abundante, excesivo…, tétrico. La causa era desconocida de tamaña mudez. Tal vez… De pronto, el silente estado del silencio se vio acallado por una panda de tres seres de aparente jóvenes en un mayúsculo estado alterado.
—¡Oh! ¡Mirá namás! Pero ¿qué tenemos aquí? [1/4]
 
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AleisterMayfield · 26-30, M
¿Qué habría causado la ausente intromisión de las demás personas en aquel escenario? ¿Sería acaso una muestra patente del efecto espectador? ¿Habría quizás una regente intimidación sentenciada desde antes de mi intrusa visita?, entre poco más, preguntó a sí mismo.
No regresó a sí sino hasta que palpando su costado se encontró con el volante con que se le había recibido —entre otros— hace tiempo atrás.


Lugar al que, inadvertidamente y al mismo tiempo, había por fin llegado. Y al que, al levantar la vista, quizás por su instinto o quizás por el anuncio al lado de él que anunciaba la ciudad con gran rotulado, supo que había llegado a su destino. [4/4]
AleisterMayfield · 26-30, M
Sujetándolo de su pierna y alzándola rápido más todavía le hizo perder el equilibrio; dio una pronta patada a la descubierta corva de su otra extremidad haciéndole caer. De ojos incisivos, observando al caído con un abrumador silencio por un instante; así permaneció.
...
Suspirando, con evidentes cardenales sobre lo más visible de su cuerpo caminaba por una vereda sencilla tapizada de las voces del pueblo en las que se anunciaba la rumorada disolución de una mafia ya conocida de la región.
Al lado del caballero seguía el pequeño abra de antes bien agraciado que se resolvió en acompañarlo. Y por el cual las arbitrarias miradas de entrenadores lo agregaban a su misma categoría, buscando retarlo sin éxito alguno. Su nuevo amigo se limitaba a verlo con curiosidad en su devaneo: [3/4]
AleisterMayfield · 26-30, M
—¿Que te has caído, uh? —añadió su colega dibujándosele una sonrisa estúpida de belfos irritados—. Habrá que ayudarlo.
El tercero, de más nefasto talle, ahí relegado, asaz ansioso de participar emitía una putrefacta risa cada segundo que se le ocurría, confiado de su compañía aseguradora. Las tres figuras enfermizas rodeaban bufones más y más cerca de un pequeño abra aturdido que por descuido de su estado somnoliente había caído de un árbol al que se había transportado.
—¿Qué hiciste para que te olvidarán aquí? ¿Je? —arremetió extasiado el primero mientras pisaba la cola de la aterrada criatura, entonces chasqueó la lengua—. ¡No eres más que un despreciable bestia!
La tarde caía, el tenso vendaval apretaba; mientras tanto el protervo levantó su pierna hacia atrás preparando una bien cargada patada…
—Oigan… —pronunció sin arte ni adorno desde el inmediato detrás del presumible líder de aquel grupo. [2/4]

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