Aldous Huxley; una universidad de nombradía evidente. En la que únicamente unos cuantos serían capaces de formar parte de la institución: tan solo los bienaventurados, sibaritas o los que han sido socorridos por la gracia artificial de una recomendación.
No tendría más de una semana; hasta hace poco había mantenido, pese a ser un estudiante de intercambio, un perfil bajo: sentándose hasta el fondo del aula, sin participar y detrás de los más corpulentos, esperando que no recordaran ni lo más sutil de su presencia.
Y si alguien era aún capaz de recordar su nombre, lo llamaría Alex Eins. Cada día permanecía sereno en una vieja jardinera un tanto aislada —y con un cartapacio que por encima se leía 070122— a que el ocaso se diera para partir. 18 de febrero, 13:00 —… De espaldas al antepecho del mirador, en silencio, viendo a las nubes buscando en ellas cualquier forma simpática; hoy parecería ser un día diferente.
