100+, M
RP | OC | Deidad Japonesa del Sol | Príncipe Imperial
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Kazuhiko · 100+, M
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Era demasiada información para asimilar, incluso él mismo aún desconocía muchas de las cosas que hubieran acontecido antes de su desfallecer en la batalla por el cansacio, por lo que se mantuvo en silencio el tiempo en el que él hubiera de hablar y exponer cada una de sus razones. Ello le remitió un instante a aquellos años de su tierna infancia en los que el mayor se detuviera a admirar esa sinceridad tan innata que su contraparte tuviese, siendo capaz de expresar todo, desde sus gustos hasta los disgustos, no podía esconder nada y aunque aveces eso podía ser contraproducente, en situaciones como esa era algo que ayudaba a por lo menos liberar todo que el corazón gritara en su lenguaje único e incomprendido.
La silueta oscurecida apenas dejaba a la vista esa mirada intensa que examinara cada uno de los movimientos contrarios, se asombraba de la calidad del detalle que ahora podía notar. No era como si no admirara antes en silencio cada dote del contrario, cada gesto, sino que ahora era aún más intenso al punto de sentir su respiración, la contracción del pecho al pronunciar cada palabra, cada pulsación del corazón... Por un instante se sintió inmerso en eso, el corazón que bombeaba ese líquido de vida carmesí que sintió casi ver, de no ser por las palabras ajenas que lo sacaron de ello.
¿Cómo responder? eran demasiadas cosas las que sentía erradas en las palabras que Akihito le dijera. Eran momentos como ese los que hacían que se sintiera torpe al no poder expresar esa sinceridad tan pura que él le mostrara en cada acción hacia sí mismo; deseó desde lo más profundo de su ser poder comunicar tantas cosas, pero sin embargo se asombraba lo mucho que aquel se subestimara a causa de lo acontecido. Su mano dudó en acercarse a él, más todo temor pereció ante aquellas palabras que amenazaran con la retirada de Aki de su lado. Antes de si quiera notarlo, su mano se colocó sobre el mentón contrario, alzandole el rostro en dirección al propio, haciendo que las nubes oscuras solo dejaran a la vista esos ojos de dorado cortante que ahora habrían de entrecerrarse para ver en medio de las penumbras a los opuestos, bellos y opacados por su tristeza.
Era demasiada información para asimilar, incluso él mismo aún desconocía muchas de las cosas que hubieran acontecido antes de su desfallecer en la batalla por el cansacio, por lo que se mantuvo en silencio el tiempo en el que él hubiera de hablar y exponer cada una de sus razones. Ello le remitió un instante a aquellos años de su tierna infancia en los que el mayor se detuviera a admirar esa sinceridad tan innata que su contraparte tuviese, siendo capaz de expresar todo, desde sus gustos hasta los disgustos, no podía esconder nada y aunque aveces eso podía ser contraproducente, en situaciones como esa era algo que ayudaba a por lo menos liberar todo que el corazón gritara en su lenguaje único e incomprendido.
La silueta oscurecida apenas dejaba a la vista esa mirada intensa que examinara cada uno de los movimientos contrarios, se asombraba de la calidad del detalle que ahora podía notar. No era como si no admirara antes en silencio cada dote del contrario, cada gesto, sino que ahora era aún más intenso al punto de sentir su respiración, la contracción del pecho al pronunciar cada palabra, cada pulsación del corazón... Por un instante se sintió inmerso en eso, el corazón que bombeaba ese líquido de vida carmesí que sintió casi ver, de no ser por las palabras ajenas que lo sacaron de ello.
¿Cómo responder? eran demasiadas cosas las que sentía erradas en las palabras que Akihito le dijera. Eran momentos como ese los que hacían que se sintiera torpe al no poder expresar esa sinceridad tan pura que él le mostrara en cada acción hacia sí mismo; deseó desde lo más profundo de su ser poder comunicar tantas cosas, pero sin embargo se asombraba lo mucho que aquel se subestimara a causa de lo acontecido. Su mano dudó en acercarse a él, más todo temor pereció ante aquellas palabras que amenazaran con la retirada de Aki de su lado. Antes de si quiera notarlo, su mano se colocó sobre el mentón contrario, alzandole el rostro en dirección al propio, haciendo que las nubes oscuras solo dejaran a la vista esos ojos de dorado cortante que ahora habrían de entrecerrarse para ver en medio de las penumbras a los opuestos, bellos y opacados por su tristeza.