Se lanzó al sofá, ya estaba por darle un mordisco a su cena pero el brillo de la pantalla revelaba unas exuberantes tetas que parecían de plástico, un vestido diminuto y la mirada arrogante, que por cierto, era verdosa en lugar de liácea.
Mejor mantuvo el silencio al comer, de seguro él se estaba partiendo de la risa.
La Janâ de telenovela corría por unos pasillos oscuros para encontrarse con aquella Targaryen en una sala, que salía en casi todos los capítulos, servía el vino entre carcajadas e intercambiaban un diálogo cursi sobre la amistad y lealtad. Cuando la platinada cae envenenada termina Janâ diciendo: Yo soy la reina ahora, perra.
En la nefasta adaptación ella no le cortaba la cabeza, lo hacían unos sirvientes porque detestaba la sangre.
━Yo nunca dije eso... ¡Y eso no pasó así! ━dijo con la boca llena y la vena en la sien.
