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Y así de un día para otro el ambiente del castillo cambió una mañana. Había vuelto a su hogar con intenciones de empacar algunas cosas e irse a hospedar con su querida amante el tiempo que le quedase, pero algo andaba mal. La gente corría de un lado a otro, los sirvientes habían sido encarcelados; eso sólo significaba una cosa: El Rey había muerto.

Había que encontrar a Aegon, y después de unas buenas horas de berrinche dio con él. La familia se reunió, se evaluaron las alianzas y se asesinó a los traidores; la coronación de Aegon estaba planeada.
¿Qué más se esperaba de él? Lo supo pron
 
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AemondTargaryen · 31-35
No esperaron demasiado. La confirmación llegó por el aire de igual forma, y era necesario acercarse al puerto para abordar.

No quería ni un solo riesgo, así que hizo un sacrificio menor: buscó entre el lugar algo de lodo, el cual se puso en el cabello. Amarró este en un nudo en la nuca, y con el suficiente ya parecía moreno.

Se puso la capucha, podría funcionar. En tiempos anteriores se habría reído de si mismo, pero a esas alturas no quería exponer a Jana.

Llegó ante ella con ese cambio, el cual ensombrece sus rasgos. Levantó un índice.

— Prohibido reír. —
 
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