Se escuchaba mejor. Por ahora tenía que esperar a su abuelo, asi que buscó distraerla para pasar el tiempo.

Le contó sobre su dragón Vaghar, grande y vieja. Lenta pero letal, que dormía muchísimo. Habló sobre su hermano Aegon con cierto recelo por su libertinaje, también que este último estaba casado con Helaena, la hermana directa de ambos. Sentía pena por ella.

Continuaron conversando hasta que sintió cierta empatía mutua; una relación familiar. Había una calidez especial reconfortante, hasta que la puerta principal se abrió.

De mala gana los guardias les soltaron. A ella le quitaron sus ataduras de forma rápida y a él lo sacaron de su celda. Vio a su abuelo encogiendose de hombros y alejarse con desdén.

Nunca se había ido, los estuvo escuchando para verificar cualquier cosa extraña. No encontró nada... Y no sabía como sentirse con eso.

Tomó a Jana de los hombros y la acompañó el mismo a la salida.

— Vamos. —

Intentó acercarse también, fue en vano ya que los grilletes de la pared no le permitían mucha movilidad.

━━ Claro, te invitaré a tomar el té si lo cumples. ━━Con aquella condición estaba alargando su estadía sin querer, quizás lo hizo de forma inconsciente. ━━ No puedes verme, estoy haciendo estreno de mis nuevas pulseras de hierro. ━━ Alucinación o no pareció haber oído una risa. Era... era, pero sólo un poco, confortante.

Esa pequeña charla alimentó el vínculo entre ambos, gracias al mismo pudieron sobrevivir la noche.

Escuchó sus palabras, cayendo en cuenta de que estaba compartiendo su historia con él. ¿Estar presa la estaba sensibilizando? No emitió palabra alguna, pues no sabía cuándo volvería a escucharla hablar sobre si misma.

— Si sirve de algo... No es que tenga muchos privilegios. Aquí estoy contigo.— Sonrió a lado, ¿Qué clase de consuelo era ese? Se colocó en las rodillas y pegó la cara a los barrotes, esperando algún vistazo de ella.

— Te sacaré de aquí pronto. Mañana te reirás de esto como si fuera una mala broma.—

[…] tipo. Odio estar encerrada.

━━Perfecto. ━━Ahora tenía más razones para huir de esa prisión, nada salía bien cuando había una familia real de por medio. Había vivido en ese mundo, jamás lo superó, y recordar el sufrimiento que le había provocado no era más que un aviso desesperado por mantener la cabeza fría.

Estar rodeada de todo lo que quería huir hacia más difícil la tarea de negar que su conocido era simpático; un buen compañero de travesuras. Se sintió un poco melancólica.

━━Ya te sabes mi nombre. Crucé los mares en busca de una nueva vida, esta es mi séptima parada. He tenido y dejado sin problema, será un poco difícil irme, me gustaba este sitio para un buen rato. ━━Abrazó sus piernas mientras se balanceaba despacio. ━━ No hay mucho que contarte sobre mí. No tengo progenitores ni familiares vivos. Sólo una amiga que es mi enemiga, vive liderando guerras para levantar su imperio, hice sus trabajos sucios durante muchos años y bueno, cuando conseguí mi libertad me fui de lleno a buscar aventuras de to

Se llevó una mano al rostro y lo masajeó despacio; quería pensar en una buena respuesta qué darle, o una excusa. No había ninguna, así que sólo respondió con la información que ella solicitaba.

— Soy el segundo hijo varón del Rey. — Así, tajante. Si bien era el segundo varón era el tercer hijo del mismo, con una madre de la misma edad de su primera hermana mayor.

Ahora a su mente llegó justo el recuerdo de la primera vez que se conocieron, en un casual paseo por uno de los jardines de la ciudad, justo uno de los días que había escapado del castillo. La vio como una joven bonita, con algún enigma en su aire, una plebeya con la que no perdía nada si se acercaba a decirle algunos comentarios estúpidos para inventar una conversación; nunca le dijo su apellido. Resulta que de ahí había nacido una cómplice amistad a ciegas, pero la realidad siempre llamaba a la puerta.

— Me llamo Aemond Targaryen. Mi familia reina Westeros. —

Aemond no recibió una respuesta inmediata. Janâ seguía procesando su enojo, no era agradable esos ánimos. Se miró las muñecas presas del hierro pesado, era la única cosa que realmente la asustaba, ser privada de su libertad. Tirar de ellas no iba a servir ya que el escandaloso sonido de la pared podría meterla en más problemas.
Tampoco podía viajar a otro sitio, necesitaba un objeto en especial para eso.
Tardó en aceptar que no era libre por esa noche, almenos no estaba sola.

━━No estuve con el derecho de saber quién diablos eres. Pero ahora quiero saberlo, ¿quién eres? ━

Observó atónito que su abuelo se iba, junto con los guardias. Conocía su modo de proceder, de seguro iría a reunir más información. Quizás era una buena señal, estaba dándoles el beneficio de la duda.

Cuando escuchó que la puerta que bajaba a las celdas se cerró, él terminó por suspirar. Se acercó a la orilla de la celda y recargó la espalda contra la pared, aceptando que pasaría una buena cantidad de horas ahí.

— Lo siento. No esperaba que esto sucediera. —

Y si se sentía un poco culpable. No le había dicho quién era, y él era consciente de su condición de extranjera, se veía a kilómetros. Nunca la puso al tanto.

Comenzó a sentirse irritada. La juzgaban sin fundamentos, se guiaban por las habladurías de la gente.

¿Qué mierda iban a saber ellos?

Interrumpió las explicaciones de los guardias, su voz resonaba con rabia contenida.

━━Soy una turista, no niego mi condición de bruja y mucho menos estaría interesada en controlar al príncipe. ¿De qué me serviría? Lo he visto dos veces hasta ahora. ━━Podía verse cruel el modo en que se expresaba, pero era su pellejo el que estaba amenazado. No se dejó intimidar por la agudeza que transmitía la mirada del Viejo Real. Lo veía pensativo, miraba a dos direcciones distintas... eso significaba que Aemond también estaba en una celda, a su lado.

Por eso no lo había visto. Casi se ablanda por ello, mas no pudo con su ira.

Aquel que portaba la confianza del rey terminó yéndose sin decir nada que pudiera oír, los guardias lo escoltaron. El silencio reinó.
No tenía nada para decir; estaba enojada.

A lo lejos había una conversación en voces masculinas. Dos guardias hablaban con un alto hombre de edad avanzada, con barba y pesadas bolsas bajo los ojos. El individuo tenía ropas de tela elegante, también un prendedor con la forma de una mano sobre el pecho; era el símbolo de La Mano del Rey, quien era la mano derecha del mencionado.

"¿Cuánto tiempo lleva el príncipe en esta condición...? ¿Fue envenenado?"

— Que no. Abuelo, ¿Qué tontería es esta? — Fue vilmente ignorado. Por su parte él no estaba atado de ninguna forma, sólo preso en la celda contigua. Al escuchar a Jana maldecir supo que estaba cerca, a lo que se puso atento para detectar algún sonido de malestar o heridas.

— ¿No creen que si ella tuviese un interés de por medio iría por mi hermano mayor? Vive en los burdeles, es presa fácil. —

Ese argumento cobró mucho sentido en las mentes de los tres hombres. Miraron a Jana esperando alguna respuesta.