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Y así de un día para otro el ambiente del castillo cambió una mañana. Había vuelto a su hogar con intenciones de empacar algunas cosas e irse a hospedar con su querida amante el tiempo que le quedase, pero algo andaba mal. La gente corría de un lado a otro, los sirvientes habían sido encarcelados; eso sólo significaba una cosa: El Rey había muerto.

Había que encontrar a Aegon, y después de unas buenas horas de berrinche dio con él. La familia se reunió, se evaluaron las alianzas y se asesinó a los traidores; la coronación de Aegon estaba planeada.
¿Qué más se esperaba de él? Lo supo pron
 
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AemondTargaryen · 31-35
— Una semana, más o menos. — Apretó el agarre de su pequeña cintura. Tenía que admitir que su calor era reconfortante, lo único que tenía ahora; lo mejor que siempre había tenido.

— Nos moveremos rápido; no pueden saber que estoy vivo. Están cazando a los desertores, también a los pocos soldados que le quedan a mi ejército. — Una lástima, sin duda. Podría ayudarlos, pero de su anonimato dependía la vida de Jana, más importante que la propia.

— Hay algo que podemos usar. — Señaló su ojo tuerto. Revisó, y el zafiro seguía ahi. Podrían usarlo para un buen pasaje.
 
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