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AemondTargaryen · 31-35
Pasó la mañana fuera de la habitación de Jana, leyendo un pedazo de papel que uno de los cuervos trajo: era una orden de búsqueda y captura. Algunos pobres idiotas habían quedado vivos; no durarían mucho.
El rechinar de la cama lo alertó. Se apresuró a ponerse de pie y entrar a la alcoba, para toparse con la bruja despierta... No tuvo idea de cómo reaccionar.
¿Quién era ella, y quién era él? ¿Cómo debería reaccionar? Aún había un vacío en su corazón, un inmenso luto acumulado y correspondiente a tantas personas que aplastaba cualquier sentimiento a punto de florecer. Le agradó verla... Pero no hubo más.
Él incluso había perdido todo lo que lo convertía en Aemond.
— Despertaste. — Atinó a decir. Se aproximó a ella y se sentó a lado de la cama. Quería preguntar qué había hecho y por qué, pero temía más por que los encontraran y esas preguntas jamás pudieran responderse.
— Tenemos que irnos. —
El rechinar de la cama lo alertó. Se apresuró a ponerse de pie y entrar a la alcoba, para toparse con la bruja despierta... No tuvo idea de cómo reaccionar.
¿Quién era ella, y quién era él? ¿Cómo debería reaccionar? Aún había un vacío en su corazón, un inmenso luto acumulado y correspondiente a tantas personas que aplastaba cualquier sentimiento a punto de florecer. Le agradó verla... Pero no hubo más.
Él incluso había perdido todo lo que lo convertía en Aemond.
— Despertaste. — Atinó a decir. Se aproximó a ella y se sentó a lado de la cama. Quería preguntar qué había hecho y por qué, pero temía más por que los encontraran y esas preguntas jamás pudieran responderse.
— Tenemos que irnos. —
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