Estornudó. Los fuertes olores del área aún resultaban pesados para su olfato. Las calles apestaban a orina, licor y otras cosas que ni siquiera quiso etiquetar.
Afortunadamente estaba allí para escuchar, no para oler. Necesitaba saber qué opinaba el reino sobre la división de poder en la familia Targaryen. Su padre empeoraba día a día, y su hermana seguía siendo una dudosa heredera. Tenía que escucharlos, con el propósito de encontrar futuros traidores. Tomó asiento en una taberna. Nota: Se modifica la cronología y se sitúa el rol a días antes de la muerte del Rey Viserys.
Se llevó una mano al rostro y lo masajeó despacio; quería pensar en una buena respuesta qué darle, o una excusa. No había ninguna, así que sólo respondió con la información que ella solicitaba.
— Soy el segundo hijo varón del Rey. — Así, tajante. Si bien era el segundo varón era el tercer hijo del mismo, con una madre de la misma edad de su primera hermana mayor.
Ahora a su mente llegó justo el recuerdo de la primera vez que se conocieron, en un casual paseo por uno de los jardines de la ciudad, justo uno de los días que había escapado del castillo. La vio como una joven bonita, con algún enigma en su aire, una plebeya con la que no perdía nada si se acercaba a decirle algunos comentarios estúpidos para inventar una conversación; nunca le dijo su apellido. Resulta que de ahí había nacido una cómplice amistad a ciegas, pero la realidad siempre llamaba a la puerta.
— Me llamo Aemond Targaryen. Mi familia reina Westeros. —
