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¿No deberían ser rojas?
 
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— Alice... ¡ALICIA!, ¡ALICE!— Cuando se perdió el contacto del saludo, el mago hincó su cuerpo hacia al frente solo para quedar un poco a su altura, esos brillantes ojos se posaron en los de ella —Mucho se habla de usted y se hablará... Es un placer, conocerte— Regreso a su postura y empezó a dar unos pasos al rededor de ella, ese hechicero acababa de encontrar algo muy curioso en ella.
 
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