Yo no tengo apellido, Kaalia. No tengo papeles reales. –Dijo con naturalidad, la realidad era sencilla: Andissiel era huérfano y la mala vida era su familia. Kaalia era su familia, si tenían que darle un apellido sería el de ella, el que adoptó como talismán para esconderse. Para ser dos repartidores de Rappi, había demasiado ideal de superación entre ellos. Era la primera vez que Andissiel trabajaba en algo completamente legítimo ¿Cuánto iba a durarle? No sabía, pero por lo menos lo intentaba. Negó con irreverencia, pero al final del día era lo que les unía: Intentar. Optó por seguir el rumbo con ella, por esa calle estrecha mientras tenían unos minutos libres— Si nos casamos solo será un papel el que nos une, pero quizás debamos formalizar todo para con la niña.