La mochila en su hombro se sentía ligera, todo en ella se aligeraba con el abrazo que él le impartió. Habían veces que las acciones demostraban más que cualquier compendio de palabras, ésta era una de esas. Ese abrazo le nutrió el pecho y acarició lo que muchas veces dudó tener: Un alma. Era cálido ¿cómo es que ambos seres tan disfuncionales lograban darse calor y confort? Un par de serpientes totalmente.
Kaalia sonrió a ojos cerrados, las cejas se le fruncieron de mera ternura y le abrazó con la misma fuerza, suspirando entrecortada— Me alegra no haber muerto esa noche en aquél callejón, gracias por volver... Por buscarme esa noche al irme. También me rescataste de mi misma. —dijo. Y sus manos se llevaron para hundirse en la nuca de Andi en caricias— Siempre vuelve, Andi, siempre. No importa lo que suceda, siempre querré que vuelvas, y siempre iré por ti.
El recuerdo vino con fuerza, era increíble el recapitular todo lo vivido, si alguien le hubiese dicho hace años lo que estaba por vivir, jamás lo había creído. Habían pasado por tanto en tan poco tiempo que era como una mala historia trágica que sólo a un ser sin alma se le hubiese ocurrido... Pero era real, y hoy por hoy, ahí estaban. Recordó los episodios con las drogas, la violencia, las huidas, la ansiedad de no saber donde estaba él y el temor de morir día a día. Respiró hondo, empática con lo que él decía, porque al final eran compañeros de ese viaje, leales el uno al otro, a sus alegrías y desgracias. {...}
—La piel contra piel le daba una textura suave, buscada pero aún más necesitada. Andissiel se mantuvo en todo momento, con el mismo ánimo común que llevaban en el día a día. Así prefirió lanzar un comentario simple con la idea que impartía— Yo era la carga en esos momentos, apestaba a drogas y a basura. En ese momento ni siquiera podía conmigo mismo, tenía mucho miedo ¿sabes? Mucho. —Impartió, pues no le gustaba ni recordar esos momentos, por más amargo que todo fuese tenía sus momentos dulces. También le toco relajar el semblante— Si no estuvieras ahora estaría muerto, estaría enterrado. Me serviste para rescatarme a mí mismo. Que va, soy una mierda de persona pero ahora lo soy un poco menos ¿sabes? —Tenerla unida ahí, a sus manos contra su pecho. Se juntó con ella con ambos brazos para rodearla y atraerla más en un fuerte abrazo.
El toque a sus manos fue la respuesta cálida a su intención, a esa cercanía que buscaba en cada momento. Y el beso se alargó lo justo y necesario, ella misma respondió a ello con ánimo dulzón y sutil, echándose a reír con calma apenas le escuchó, no por burlarse, no, más bien con gracia— Te recuerdo lo enojado que estabas cuando tuviste que cargar conmigo luego de aquella noche... —sonríe, incluso achica los ojos con ánimo instigador— Me llamaste lastre ruso y muchas cosas más. Estabas realmente furioso... —encoge los hombros, relaja el rostro y afirma— Yo también lo habría estado, te entiendo y lo entendí en su momento ¿qué habría pasado si esa noche yo hubiera desaparecido simplemente? ¿me habrías echado de menos al menos un poquito? —se mantuvo ahí, cerca de él, sus manos afirmadas a su pecho y su cuerpo unido al suyo, mirándolo a los ojos con genuina curiosidad.
—Sus muestras de afecto no escasean, pero siempre eran una sorpresa. Andi sintió aquellas manos en el pecho, y con atención rodeó sus muñecas para acariciarlas. Ni siquiera ante el beso cerró sus ojos, pues estaban puestos en ella. Andi afirmó, mientras dejaba uno más, un poco más extenso en los labios ajenos, permitiéndose gozarlo más– No querría jamás que dejases de ser ese "lastre" como tú dices.
Se acomoda la mochila sobre el hombro, ello para darse libertad al situarse frente a él, y pese a la clara diferencia de estaturas, imponerse con el rostro levantado hacia él, apoyándose con sus manos del pecho ajeno para darse soporte al alzarse en las puntas de sus pies— A ti. —dijo con una media sonrisa coronando sus labios, ya con la mirada tersa que aflora el sentimiento vibrante que por él aloja en su pecho. Con ello le robó un beso, uno corto pero dulzón— Siempre voy a pretenderte a ti, te echaste al cuello una serpiente muy difícil de desechar. —sentencia al final.
— ¿Estás tratando de seducirme? —lo dice como si le estuviese acusando, incluso su mirada se torna afilada al voltear al verle e ir hacia él, como si fuese capaz de acorralarlo.
