— Y aún así las pruebas te señalan sólo a ti ¿sabías que incluso cuatro familias de las ocho chicas están dispuestos a declarar que tú eres el culpable? Claro, bajo un costoso precio, pero lo harán, hay que ver cuan hijos de puta pueden ser.—Kaalia miró a otro lado, dándole otra calada al cigarro, una larga y profunda para soltar el humo por labios y nariz.

— ¿Cómo lo sabes? ¿Alexander te lo dijo? ¿Te envió aquí sólo para decirme esto?

— No... Vengo como una esperanza para ti. —volvió la mirada hacia él, éste era el punto donde se bifurcaría su sentido de lealtad al Estado y sus propios intereses.— Vengo a ofrecerte la cabeza de Alexander.

El silencio perduró por unos momentos, el hombre primero quedó perplejo, pero luego sonrió, dando paso a una carcajada nada discreta, más a la defensiva que realmente divertida.

— ¿Crees que puedes engañarme, mocosa estúpida? Lárgate de una vez, antes de que meta una bala en tu frente.