que te repito, no hay muchas opciones. —repitió poniéndose en pie, apagando su cigarrillo.— Envíame un mensaje pronto, fue todo un placer habernos reunido una vez más.

— Voy a pensarlo, serpiente.

Fue lo último que hablaron, el resto sería esperar.

Ahora volvería a casa en el tren; no lo olvidaba, hoy era el cumpleaños de Andi y lograda su reunión con aquel hombre, merecía celebrar.

— Te llevaría a la cima de popularidad. Sólo que tienes que asegurarte de que él muera, esto nos va a beneficiar a ambos, claro, sólo debes omitir el hacer mención alguna de los Vipers públicamente, ya sabes... Es de por si un acuerdo que tienes entendido desde el día que accediste a trabajar con nosotros y no debe cambiar aún ahora le hayas dado la espalda al Estado forzadamente, pero mira... Traerá más beneficios de los que jamás pensaste.

— ¿Y las pruebas falsas?

— De esas me encargaré yo, sólo Alexander, David y yo sabemos sobre ellas, David tampoco abrirá la boca.

— ¿Traicionará a Alexander?

—Digamos... Que David sabe bien donde apuntar.—mentía, David había muerto, ella misma lo había asesinado, pero mientras le sirviera en su plan, lo manejaría de esa manera.— No me des una respuesta ahora ¿quieres? Piénsalo, piénsalo muy bien, y si intentas delatarme, yo misma haré públicas las pruebas contra ti, así(...)

— Nah... No lo harías, en primera porque estamos en un sitio público y no eres imbécil. En segunda, porque si me haces daño mi gente va a ir sobre ti, y entonces todo se acabará ppara tu futura vida política ¿quieres eso realmente? —lo último era mentira. Ella supuestamente ya estaba dada por muerta en la organización, y además, no harían eso ¿vengar la muerte de una Viper por traición a su propio líder? Ridículo.
Pero éstos eran detalles que el hombre aquel, no sabía.

— ¿Qué propones? ¿cómo puedo realmente confiar en ti? Tú eres parte de su equipo No?

— Sí, pero hay cosas que ya no se pueden tolerar, y a veces es necesario hacer una limpieza desde dentro... Pronto habrá una reunión bastante importante entre cabecillas del bajo mundo, te daré nombres y datos exactos, ahí estará Alexander. —meneó su copa, dándole un trago— ¿Qué cosa más beneficiosa para ti sería el dar un golpe al crimen organizado de ese calibre? (...)

— Y aún así las pruebas te señalan sólo a ti ¿sabías que incluso cuatro familias de las ocho chicas están dispuestos a declarar que tú eres el culpable? Claro, bajo un costoso precio, pero lo harán, hay que ver cuan hijos de puta pueden ser.—Kaalia miró a otro lado, dándole otra calada al cigarro, una larga y profunda para soltar el humo por labios y nariz.

— ¿Cómo lo sabes? ¿Alexander te lo dijo? ¿Te envió aquí sólo para decirme esto?

— No... Vengo como una esperanza para ti. —volvió la mirada hacia él, éste era el punto donde se bifurcaría su sentido de lealtad al Estado y sus propios intereses.— Vengo a ofrecerte la cabeza de Alexander.

El silencio perduró por unos momentos, el hombre primero quedó perplejo, pero luego sonrió, dando paso a una carcajada nada discreta, más a la defensiva que realmente divertida.

— ¿Crees que puedes engañarme, mocosa estúpida? Lárgate de una vez, antes de que meta una bala en tu frente.

Por supuesto que Kaalia estaba al tanto de ésta situación, aunque no mentía al decir que ella no había tenido nada que ver con ello. Pronto deslizó la mirada por la mesa, hallando las manos empuñadas del hombre sobre ésta, estaba a nada de quebrarse.

— A nadie le interesan unas putas, eso es claro. Lo preocupante aquí es que me he enterado que quieres postularte a la política ¿cierto? —negó con el rostro, siseando al tiempo— Que situación, si Alexander se entera estoy segura de que hará públicas las "pruebas" que te señalan como el asesino de esas chicas... Un par de ellas apenas unas niñas, terrible ¿qué diría la gente de un aspirante con una mancha como esa? —habló con pena, dejando que cada palabra hiciera lo suyo en los adentros del hombre, que claro, palideció ipso facto.

— No fui yo, maldita puta. —sostuvo, dando un pequeño golpe a la mesa.

— ¿No te parece innecesaria la violencia? No se trata así a los viejos amigos.

— ¡No somos amigos! Ustedes... Ustedes me traicionaron.

— ¿Ustedes? ¿Yo? No... No te equivoques, yo no tuve nada que ver en eso. Fue cosa de Alexander y tuya.—dijo ella al llevarse el cigarrillo de clavo a los labios, dándole una calada breve.— Nadie te dijo que podías asesinar a unas prostitutas ¿cuántas fueron?... Ah, ocho. —sobreactuó una indigación tan falsa que no tuvo más que sonreír al final.

— Sabes que no fui yo, tú sabes que no fui yo. —para ese punto el hombre ya estaba más que cabreado, tenso. El lugar no daba pie a desatar su cólera, pues era un sitio publico con personas alrededor, comensales del lujoso restaurante. — Todo fue una sucia trampa de Alexander para quedarse con el dinero de los prostíbulos que habíamos tomado. Ese bastardo me mintió.

— La cuestión es... Que no hay muchas opciones a la mano, tú mismo deberías saberlo.—emitió aquello más como una sentencia que como un simple comentario. La mirada de Kaalia permanecía sobre el rostro del hombre que no pasaba de los cincuenta años de edad; llevaba puesta una peluca negra, claro, tal y como él la había conocido en tiempos pasados.

— Podría matarte aquí mismo, no eres más que un trozo de carne para rusia. O mejor aún, podría retenerte y entregarte a algunos amigos que se divertirían mucho contigo, sólo para darle un mensaje a tu gente. —lanzó él sin atisbo de piedad en la voz, aunque sí, un significativo gesto, pues sus cejas estaban altas y los labios estirados hacia atrás, ni hablar del constante golpeteo del pie sobre el piso bajo la mesa donde bebían un trago.

Kaalia sonrió antes de beber de su copa de cristal, era un vino exquisito, debía reconocer. Ahí alzó las cejas y le apuntó con la copa, casi insolente.

(...)