Estaba segura de algo, y era que nada de lo que invirtiéramos aquí y ahora nos dará ganancia a futuro, porque ésto es sólo un momento, es el pacto perfecto entre apego y olvido. Hoy existimos cuerpo a cuerpo, pero mañana seremos casi desconocidos.
¿Qué se siente, Mathias? ¿Qué sientes exactamente cuándo te vas? Porque yo no sufro, y me aterra pensar que algún día llegue a extrañarte. No me culpes, en realidad aprendí demasiado bien de ti.
Desvió la mirada en lento desliz, del rostro de Mathias a un punto indefinido donde sus pensamientos se hallaran tras escuchar sus palabras. No temió, tampoco se tomó personal lo que él decía, porque era así, era justo como ambos sabían que debía ser. Y aún así siempre se traicionaba de alguna manera cuando buscaba en él el calor que no tuvo de su padre, cuando su trato se volvía hosco y ella en cambio le entregaba dulzura a merced de una obediencia absoluta. Veía en Mathias la figura paterna que tanto le faltó, deformada, malsana e inmoral, pero finalmente así era.
Se reincorporó y valiéndose del agarre a la mano ajena, se puso de pie sobre la cama, igualando con ello la estatura del mayor. Ahí, la mano libre se aventuró al posarse sobre el pecho ajeno— No insinúo nada, Mathias... ¿temes qué me enamore de ti por no saber cargar con ello o por temer a fallar en tu causa al desterrarme una necesidad como esa? —cuestionó aquello bajo un tono calmo, sin intención hostil de por medio.
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Si, solo por tu bien —Respondió casi enseguida pero al no ser soltado su mirada se fijó en la figura de aquella chiquilla que, ni aún siendo algo similar a una a ante ocasional, podía terminar de ver como una mujer por completo, a los ojos de Mathias, Kaalia seguía siendo la mocosa adolescente a la que debía entrenar.
Resopló, debatiéndose entre varias cosas en ese momento.— ¿Que hay de mi? Es simple, niña, si me ordenaran matarte ahora mismo, lo haría sin dudarlo, no me involucro con nadie a un nivel no permitido y creo que te enseñé eso mismo.
— ¿Sólo por mi bien? —no le soltó la mano, de hecho afirmó el agarre. Sus dedos eran delicados en comparación a los ajenos, sí, pero no temió a detenerle. Habían momentos donde era válido ser un tanto transparente, y lejos de casa, lejos de su padre en aquella misión en conjunto se permitió un breve momento de quiebre— ¿Qué hay de ti, Mathias?
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—Le das tantas vueltas a un asunto que no lo necesita y ese es tu mayor problema. No importa que pase entre nosotros en esa cama, fuera de ella volvemos a lo de siempre.
