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—Confessions
 
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(...) Pasos se escucharon, calzado miserable que en su vida ella jamás vestiría y que se acercaron sin hacer eco siquiera en su sombra; a la diestra de la conquistadora, dama que a todos encanta, la buscó repugnar con su respetuosa cercanía y con el hecho de no faltar el respeto al encarar sus palabras, pues la engrandeció a través de la ironía y aunque también es pérfida su lengua, muy en claro quedó que ambos son enérgicos en tal letal juego.

Brazos cayeron a los laterales de su torso, sin sorpresas, tan sencilla su presentación, tan poco elaborada, ¿qué monstruosas armas hay tras esa piel que es pálida como el alba?
(...) — Yo lo llamaría “Perfección”, eso que es tan magnánimo no se podría comparar siquiera a la inmensidad del firmamento nocturno; Dioses y estrellas sienten celos de quién puede volver algo impuro la cosa más casta de toda la creación —cuidado con las adulaciones de ese que finge a la perfección ser presa de su encanto, pues con un gesto de esa diestra mano se alejó del calor de la bermellón tela, un tirón que hizo tremolar su estructura, desveló una sobrenatural longitud en tal prenda por un fragmento de segundo—. Y me sentiré agraciado por caminar a su lado, bajo esta venturosa noche.
(...)
Alimento y justificación de una sonrisa que se acentúa, mas cae en una fachada similar a la suya, gentileza que esconde ante tan sacra Luna la fiereza de una contienda; esa es su respuesta, el fiel silencio, indoloro al tacto de las espinas de la Flor más Hermosa del emperador, sin embargo, no ignorante del cianuro que adorna tan pecaminosos labios.

Indudablemente de él obtuvo toda su atención, existiendo un firmamento entero aquél prefirió reflejar exclusivamente su ornamentada figura en esos glaucos espejos que reemplazan las órbitas, esto implicó escuchar hasta la poética entonación que hacen justicia a su belleza, mas no por el peso de las palabras, sino porque estas de su boca escapan.

Y se aferró a tal embaucador gesto cuando ningún deseo imperó en su ausente corazón, se dejó atrapar como muchos, ¿será que arengó a la depredadora a engullir la supuesta alma de quién tanto descontento provocó en su turbada paz? (...)
— Mi belleza vuelve a las canciones más mundanas dignas de tener un legado, de retratar mi rostro podría venderse en millones, creo que eso llaman belleza o carisma..—

Cierra los ojos solo para mostrar sus largas pestañas, con ellas ha logrado atrapar a muchos buenos mozos hasta dejar vacías sus almas.

— Pero deseo ser un poco humilde esta noche..No siempre tengo el placer de disfrutar de una compañia medianamente entretenida—


Era una verdad a medias ; las personas mueren por siquiera rozar su kimono pero estos son a sus ojos simples peones que serán olvidados por los mares del tiempo en los cuales ella ha nadado por milenios.
Los demonios que vigilan escondidos por el manto de las sombras encuentran repulsivo ser acompañados en sus cazas nocturnas ; las estrellas van de la mano por el firmamento pero los lobos que las devoran van de uno.

Tal descaro provoca descontento en la preciosa mujer, al convertirse en la favorita del Emperador ha conquistado el corazón de miles entre mordidas y sonrisas, jamas espero ser de nuevo vista desde abajo por un extraño, lo espera del arrogante Seimei pero no de quien vaga por los bosques susurrantes.

¡Cierto! Tu camino no tiene mapa ni trazos que seguir, debí notar por su apariencia que no perteneces a estos hermosos lugares


La gentil sonrisa que corona los labios rosados es contradictoria al veneno que intenta clavar al desconocido.

Los monstruos son siempre los más glamorosos, eso dicen pero ella no esta deacuerdo.

(1/2)
[...] — No me hubiese detenido a apreciar el paisaje de ser así —irrespetuoso e informal quién viste cual lugareño que solo a la agricultura se ha de dedicar se expresó, sus facciones blancas y sus hebras cenizas emergieron del misterio, sospechoso como ninguno se describió—. Es un lugar pacífico, lo suficientemente bello como para ser pisado por alguien como usted, se trata de una necesidad humana— mas tal palabra fue acentuada con el filo de esa abismal mirada.

Sobre esta, que es verdosa como la de nadie en esa nación, su apariencia sirve de espejo a la esencia resguardada tras su humilde apariencia; sensación de grandeza y desasosiego tal vez ella sienta, pues si ella depreda a los hombres, entonces él es devorador de estrellas, antes lo dijo; «Es una necesidad humana.» Jugando a través de máscaras anunció su temible sapiencia, esos luceros carentes de pupilas ven más que el reino escondido en la cara más oscura de la luna.
Extraño ser que por la noche se asoma, observando la infinidad de la noche con aquel mirar esmeralda que incapaz es de retener sus ansias por todo devorar, por tanto, sonriente, incluso bajo el velo de la oscuridad. Bajo las penumbras una sosegadora brisa primaveral le acompañó, en tal escenario donde los árboles a medio florecer gobiernan, pétalos indistintos esquivaron su silueta, tal soplido, sin embargo, menguó con la cercanía ajena, invitándolo así a irrumpir su extraña abstracción.

Su gesto se amplió, la diestra sobre la larga tela carmesí que cubre su cuello se posicionó y sus delgados dedos se acobijaron en su supuesto calor, finalmente su rostro volteó y con la vanidad de quién nada posee es que la miró a ella, que es la flor más hermosa que existe en el jardín del territorio escondido tras el horizonte. [...]
—No importa..cuando se den cuenta será demasiado tarde — Resoplo a su única testigo, la hermosa luna llena que vibra hasta hacer resplandecer el oro de sus arreglos. Algo cansada se detuvo un momento y ahí la mirada dorada observa a una silueta que no logra distinguir al ser cubierto por el abrazo de las sombras.

—Inusual es encontrar a alguien por estos alrededores..¿se le ha perdido algo? — cuestiona con delicadeza, poco complacida ante la compañia que ahora tiene, temiendo que se tratase de otro Onmyoji buscando enfrentarla

(2/2)
El melancólico azul de la noche es el último color que le da un matiz sombrío a la pintura en donde avanza la solitaria musa, doncella de largos cabellos tan claros como flores de cerezo y boca pintada de rojo ; avanza sosteniendo un parasol que cubre parte de su silueta dando un sombrío aspecto a la favorita del Emperador Toba.

La señorita Mikuzume abandonó los jardines del palacio para deambular por los exteriores, pasos tan finos eran imposibles de detectar, casi flotando danza con solo el silbido de la noche acechando su caminar.

Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que ha sembrado la semilla del caos en esa tierra nipona y sus garras ocultas por el kimono imperial se mueven ya inquietas queriendo saciar su deseo por la destrucción y la poca fortuna ; es lamentable la situación del a mujer demonio, tiene encima los ojos de Onmyojis poderosos que dudan de su gran intelecto y belleza amenazando entre los susurros de las habitaciones su inminente caida.

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