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El Valle de las Sombras
 
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L1554140 · F
Lumiel escuchó cada una de las palabras del Noapte con suma atención, entonces comprendió al instante que entre menos se hablara de ello mejor — Entiendo...
mi señor
— y así como su amo lo había decretado, ella cerró el portal y se preparó como helhest se lo había pedido — Seré precavida mi amo, no seré una molestia para usted — dijo y comenzó a avanzar detrás de su amo, no sabía con certeza a lo que se enfrentarían pero estaría dispuesta a hacer todo lo posible por ayudar a Helhest, a conseguir su objetivo sin importar que — Ahh...que agradable es salir en una misión con mi señor...ahh...me trae recuerdos exquisitos de muerte y miseria — comentó con tenue voz y siguió al paso del Noapte.
to1555607 · M
- Ciérralo. - Decretó levantándose de su trono, ajustó sus guantes negros y emprendió un lento descenso por aquella escalera hasta donde se encontraba hasta llegar a donde se encontraba Lumiel. Al llegar, alzó su índice diestro y estableció un leve contacto con su abdomen, justo donde estaba el tatuaje del Uroboros.

- Jamás he hablado a viva voz de mis planes, y eso me ha resultado bien - No se giró a verle, simplemente permaneció con la vista hacia la entrada de aquél lugar y se adelantó unos pasos. - Pero lo que si te diré, es que te prepares para luchar contra lo que vendrá, no me perdonaría si te pasa algo. - Guardó ambas manos en el interior de su traje, y agregó. - Vámonos, iremos a pie y sin usar ningún tipo de energía, algo me dice que de lo contrario, no encontraremos nada. -
L1554140 · F
cadenas infernales las cuales solo podían ser fabricadas por los herreros maestros, cada eslabón era gigante y tan fuerte y resistente qué podían retener a las criaturas más fuertes de los infiernos con exagerada facilidad.

— Amo Helhest...no me a contado del todo qué es lo que planea hacer... Entiendo qué...deseé reservar algo de información, pero...si quiere un poco de me ayuda debería contarme un poco más sobre sus planes — En ese momento los ojos de lumiel brillaron, parecía que en sus cuencas solo había fuego, ya qué con esto ella puso observar como hiba el trabajo en el infierno, los miles de esclavos infernales cargaban en sus espaldas las gigantes cadenas incandescentes y entre gemidos y gritos las adentraban al vacío del cual las criaturas demoniacas no salían — Amo...el último eslabón está dentro...ya es hora de cerrar el portal mi señor
L1554140 · F
Ya había pasado unos meses desde que ambos se habían reencontrado y el Noapte como siempre no quizo perder tiempo en tonterías así que pronto compartió cierta información con la Reina de los Súcubos, asi que como se lo había ordenado el señor del caos, Lumiel se puso a trabajar cuanto antes

—Amo Helhest — se presentó ante él con 5 demonios altos y corpulentos qué tenían grandes martillos de hierro en la mano izquierda y en la derecha un bloque de hierro infernal, en sus cuerpos se podía notar gotas de liquido rojo brillante, incandescente qué se deslizaba he incemdiaba el suelo en el cual estaban parados, los 5 demonios eran maestros herreros del infierno. Lumiel dio un paso al frente mientras los herreros demoniaco se arrodillaron ante el Noapte — Las cadenas están listas, en estos momentos están siendo introducidas en los portales oscuros para disponer de ellas cuando mi amo y señor crea conveniente o necesario — Aquellas cadenas qué mencionó la Demoneza, eran
to1555607 · M
El valle de las sombras era el nuevo nombre que tenía la montaña en la que se encontraban las ruinas de Pitioss, nadie se atreví a ir ahí, pues el olor a muerte era tal que podía descomponer a cualquiera que no estuviese acostumbrado a vivir entre cadáveres.

Helhest tenía un objetivo, hace mucho tiempo un mercenario llamado Anubis Rex trabajó en conjunto con su hermana Negu para derrotar al antiguo dueño de éstas tierras, Aster, quien estaba resguardado por cuatro dragones legendarios. Anubis y Negu coordinaron un ataque y dividieron sus fuerzas, logrando vencer desde ambos lados a aquel poderoso demonio, encerrándolo de modo que nunca más se supiese de él.

Quizá aquel acontecimiento ya no sería recordado por nadie, sin embargo, lo que Helhest nunca olvidó, fue que en aquella ocasión sólo tres de los dragones se presentaron al combate, nunca se supo del cuarto, y pese a todo lo ocurrido después, el mismo nunca despertó.

- Lumiel. ¿Tienes todo lo necesario? - Preguntó.

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