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SadaAbe · 22-25, F
[c=#BF6060][i]— ¿ Queeeeé ? ¿Cómo que no me permitirá una mascota? (...) ¡Pero si ya prometí ser en extremo cuidadosa, (...) ... No, no hará ruido. ¡Que no! (...) Pues si no estoy pensando en meter una granja al departamento, sólo un animal peque-... (...) Bien.
[/i][/c]
Suspiró.

[c=#BF8F60][i]—Claro, entendido. (...) Naaada de nada, descuide. (...) Claro, cuente con ello. Adiós.
[/i][/c]
Colgó.

Si había una cosa que definitivamente no gustaba de New Haven era... ¡Esa maldita mujer! Siempre le tenía una negativa absurda para cada petición razonable que ella daba. Es decir; cualquier occidental pensaría que un arrendatario joven podría traer problemas; fiestas ruidosas, suciedad, llegadas en plena madrugada... Pero Sada era una chica sumamente tranquila; los meses que ya había vivido allí, había demostrado una conducta impecable. ¿Entonces qué encono tenía con ella la horrible casera?

Sólo le bastaron unos minutos dentro de aquél departamento en la primer planta (al que por cierto se escabulló con ayuda de un cerrajero sobornado), para adivinar que la casera tenía una mentalidad tan apretada como sus sosos gustos en decoración de interiores. Dejó de contar las esculturas de gallinas rechonchas cuando recorrió medio pasillo dentro de su hogar. Sada no solía tomar venganzas; de hecho su carácter resiliente la ayudaba a pasar por alto varias faltas. Pero ésto; ¿ésto? ¿Prohibirle tener una pequeña mascota? Eso ya era el colmo. Lo tomó personal, con toda la rabia inequívoca, irreflexiva y, seamos sinceros, incomprensible de la que podía ser la nipona.

¿Brandy barato en la mesa de centro de la sala? Sada le dio una escupidita y lo revolvió bien, muy bien, para que el sabor a saliva japonesa mezclada con chicle de menta y eucalipto no fuera tan perceptible. Es más: de pronto y hasta le estaba mejorando el sabor al cochino alcohol de la vieja. Sí, así de asqueroso y vil pero bien se sentía el saborcillo de la venganza inocentona y silenciosa. ¡Es más!; llevaba todo su kit del "desquite y despecho", así que material no le haría falta. Por ejemplo, cuando recorrió brevemente la habitación de la mujer, no tardó en dar con su cajón de la lencería sexy: transparencias y encaje en XXXL, todas rojas, una que otra negra y la más kinky, la morada, llena de tiras y agujeros estratégicos en la entrepierna y pezoneras.

[c=#BF6060][i]— Señora Bergile, ésto apenas y ha tenido uso. Con razón está tan amargada, y tan grosera, y tan... ¡Tan mezquina!
[/i][/c]
Decía una despechada Sada, mientras espolvoreaba hojuelas de pescado secas en esa ropa. Posiblemente en un rato la conciencia le diría que actuó mal, muy mal. Posiblemente se pondría a pensar en cómo la regañarían los chicos, pero vamos; ¡son chicos! Podrán comprender sobre la mafia, venganzas, movimientos estratégicos y tácticos. Pero nunca de la venganza de una mujer. Así que, ya hasta enojada por el regaño imaginario que visualizaba de parte de todos, más apestó la ropa de la mujer. Total, hoy era una Sada s a v a g e.

¿Eso que ahora veía en la ducha era jabón de ducha vaginal? Bien. Pues, tomándolo con guantes, le vació jugo de jengibre que había preparado unas horas atrás; porque sí, aquel era un plan premeditado. Tras tapar la botella e ir a hacer lo mismo con el jabón de cara, se quedó quietecísima. ¿Escuchó un ruido o fue su imaginación? Algo como pisadas... No; no pisadas. Era algo pequeño, algo como un juguete rodando en una alfombra. ¿Eso significaba que no estaba sola allí?

[c=#BF6060][i]— Oh, rayos. 仕舞った, 仕舞った!
[/i][/c]
Rápido guardó todo que marcara huella de su paso allí; siempre habría de agradecer su tamaño y complexión que le permitieron meterse en el pequeño almacén de productos de limpieza. Si alguien notaba su presencia, estaba un poco en problemas.

Un "poco" mucho.
 
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