— Doamnâ, está anocheciendo y el frío ha soltado sus más potentes corrientes. Debe ir a su habitación antes de que pueda pescar un resfriado. El reino entero se preocupará si enferma, mi señora — La señora Elizabeth era tan amable que bien podía ser una segunda madre para la reina. Siempre veló por el bienestar de las princesas, sobretodo el de Kassia quien fue la única en quedarse en Arcadia tras el encierro. Colocó un capote beige en los hombros de la joven y se retiró al reverenciar con cortesía. Kassia la siguió con la mirada hasta que la figura de la mujer anciana hubo desaparecido del cuarto, fundiéndose con las sombras de éste.

La señora Elizabeth tenía razón, el anochecer estaba próximo, mas le gustaba contemplar la transición de colores naranjas con morado a azules oscuros, junto con el tintinear de las estrellas. ¿Quién no iba a apreciar la magia de la naturaleza misma? A veces, en su mismo hogar, se percibía incomprendida.