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sada1554496 · F
Qué entereza disimulaba su cuerpo; aunque fuera pequeño y delgaducho, podría dar soporte a quien le necesitara. O en ese momento al menos lo daba al amable extraño que le ofreció resguardó de la lluvia impía.
Una cálida sensación de gratitud y compañerismo la hizo asentir un par de veces, a modo de agradecimiento.
Había baches camuflajeados entre el musgo y las hierbas, y el pasto; paseos empedrados que conducían a templecillos postrados para los Dioses del bosque. Al ser una zona recóndita, muchos se olvidaban de ofrendarle a las deidades; sólo se veían cuencos vacíos y palillos viejos que en su momento fueron olorosos inciensos honrando a la deidad en turno.
Por eso era importante ver y escuchar al bosque; a veces el viento producía murmullos dentro de las cavidades de piedra donde lucía ya fuera el dios Tanuki, o el dios zorro Inari. Y allí, donde hubiera templecillos, había resguardo para el afligido o el necesitado.
Una cálida sensación de gratitud y compañerismo la hizo asentir un par de veces, a modo de agradecimiento.
Había baches camuflajeados entre el musgo y las hierbas, y el pasto; paseos empedrados que conducían a templecillos postrados para los Dioses del bosque. Al ser una zona recóndita, muchos se olvidaban de ofrendarle a las deidades; sólo se veían cuencos vacíos y palillos viejos que en su momento fueron olorosos inciensos honrando a la deidad en turno.
Por eso era importante ver y escuchar al bosque; a veces el viento producía murmullos dentro de las cavidades de piedra donde lucía ya fuera el dios Tanuki, o el dios zorro Inari. Y allí, donde hubiera templecillos, había resguardo para el afligido o el necesitado.
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