— Sigo en contradicción contigo, necesitas conocer mejor a los gatos de calle.—

Aquella sonrisa digna de una propaganda le pareció inusual, bueno las mujeres japonesas tenían otra costumbre al mostrar felicidad así que no se adaptaba muy bien al comportamiento extranjero pero trato de disimular su asombro provocado por esa confianza que le mostro. Las relaciones internacionales no era su fuerte pero trato de ser lo más amable posible así que le devolvió una sonrisa quebrando aquella imagen estática.

A simple vista se podía ver qué el japonés no gozaba de un gran atractivo (casi nada) e incluso rayaba en lo extraño al tener rasgos inusuales, cejas de grapa y ojos que parecían los de un lince pero en conjunto se notaba marcada su etnia asiática. Lo curioso de aquel hombre de piel pálida era su tosquedad ejercitada que daba una imagen muy masculina siendo una ironía a su comportamiento serio acompañado de una voz profunda pero tranquila casi adormilante.
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