— Sigo en contradicción contigo, necesitas conocer mejor a los gatos de calle.—
Aquella sonrisa digna de una propaganda le pareció inusual, bueno las mujeres japonesas tenían otra costumbre al mostrar felicidad así que no se adaptaba muy bien al comportamiento extranjero pero trato de disimular su asombro provocado por esa confianza que le mostro. Las relaciones internacionales no era su fuerte pero trato de ser lo más amable posible así que le devolvió una sonrisa quebrando aquella imagen estática.
A simple vista se podía ver qué el japonés no gozaba de un gran atractivo (casi nada) e incluso rayaba en lo extraño al tener rasgos inusuales, cejas de grapa y ojos que parecían los de un lince pero en conjunto se notaba marcada su etnia asiática. Lo curioso de aquel hombre de piel pálida era su tosquedad ejercitada que daba una imagen muy masculina siendo una ironía a su comportamiento serio acompañado de una voz profunda pero tranquila casi adormilante. (...)
— ¿Qué tanto estas hablando? — 𝐄scucharle en silencio y lucir confundida mirandolo fijamente pero lentamente y sin poder evitarlo comenzar a reírse y intentando moderarse, incluso se llevo la mano a la boca para cubrirse. ¿La razón? La expresión tan tosca y seria de 𝐎𝐠𝐚𝐭𝐚 con el discursito la descompuso. Solo pasados unos largos segundos al fin pudo recomponerse y secarse con la misma mano una lagrima y agitarla en señal de disculpa. — Sorry, sorry hahaha...es que tu cara hahaha...Ay...¿Pero sabes que? Hay algo en que equivocas, los gatos no solo se acercan por que tengas comida. También tienen que confiar en el sujeto. Yo solo seguí la intuición de los gatos. Seguro que todo esta bien. — 𝐃ecoro sus palabras con una radiante sonrisa impropio de la abejita y intentar aprovechar desconcertar al asiático para lanzar un inesperado y voraz mordisco a la cecina para reclamar un trozo.
Esa alteración y agitación internamente le causó placer, ¿Porqué?, Simple adoraba el caos causadas por sus acciones, así que esa filosofía la decidió llevarla a la nueva interacción que tiene con la mujer rubia cara de leche. [code] — Tengo hambre y esa carne iba a terminar en una panza, debiste especificar a quien se la darías... para mí eso significa que no tenía nombre esa porción y es de quién la viera primero.—[/code]
No tenía lógica, tampoco ayudaba su rostro estoico al decir tanta incoherencia. [code] — Es más por qué confías en mí, un perfecto desconocido, en resumen fue tu culpa.—[/code]
— ... — 𝑬stupefacta al ver su comida desaparecer lentamente y claramente alterada. Fácil fue deducir que quiso gritarle al asiático pero recordó sus clases de autocontrol llevando la diestra para ocultar parcialmente su cara exasperada. — Ya veo que funciona en ti...pero...¿Tu eres un gato?...Me dirás...amablemente...¿𝑷or que te comes mi ultima comida si te la he confiado para ver GATOS? — Respirar hondo nuevamente. (¿?)
Dejo que se acercara por el momento no le vio como amenaza potencial así que no le atacaría sólo vería su conducta.
— Está funcionando en mi.—
Olfateo aquella carnaza e inclusive se inclino para darle un mordisco a la carne que estaba sujetando esa pequeña mano, en efecto eran duras pero le eran comestibles aún.
Aún esa comida económica no le era indiferente ya que podría ser capaz de comer cualquier cosa que se le atravesara.
— Comida... — 𝗣enso en alto mientras acorto la distancia y tomar asiento al lado del mas mayor sin previo aviso. Postura similar pero mas recatada al juntar las piernas. — Tengo un poco de cecina seca...¿Crees que sirva? — 𝐋a diestra al bolsillo y sustraer un par de tiras de carne seca. Lo mas económico y nutritivo que se permitía la abeja obrera. Se las confía a 𝐎𝐠𝐚𝐭𝐚 𝐇𝐲𝐚𝐤𝐮𝐧𝐨𝐬𝐮𝐤𝐞.
No emitió palabra solo se quedó observando la tragedia de la mujer, irónicamente su mirada silenciosa era similar a la de un felino real. Esos ojos oscuros y vidriosos que estaban atentos a la rubia.
— Si no puedes atraerlos dales comida, un felino actúa por interés.—
