No tardó en llegar a su lado, era muy clara su alegría, se encontraba uno a uno a sus amados espada y ello la hacía feliz, quería cuidarlos y mimarlos, sabía que juntos detendrían las fuerzas negativas que deseaban derrumbar los buenos motivos y alterar la historia para sus propios fines, los despertó, no por el deber, sino por el gran afecto que sentía por cada uno de ellos; levantó su cabeza, para poder ver los ojos y el rostro de su espada, su mirada reflejaba un eterno cariño y la dulzura propias de una virgen consagrada a su deber, por fin podía estar con ellos nuevamente, ahora buscaría reunirlos a todos y despertar a los que faltaban --Tarou san... Volvamos a casa. -- Y su tono dulce envolvía las palabras, ellos la habían esperado largo tiempo, ahora ella se encargaría de ellos.