-Lamento decepcionarte pero no estoy dispuesto a seguir tus ordenes.. debes tener algo mal en la cabeza si crees que me vas a detener, no me metas en tus asuntos..-
✞Entre cerro su vista percibiendo sus ambiguas y oscuras intenciones al notar como lo observaba, dio un giro empezando la caminata, mientras prosiguió al hablar.✞
Habiendo preparado todo, su primer trago no se hizo esperar; él necesitaba esa bebida casi como necesitaba el aire para respirar. Con dos largos y rápidos tragos, se había acabado completamente el contenido de su sakazuki, sentía el dulzor en sus labios, el ardor en su garganta y el muy leve mareo que buscaba continuar desde esa mañana; así comenzaba a sentirse como él mismo. Se sirvió Sake otra vez, al tiempo que una brisa suave le llevó consigo aromas que lo apaciguaban: el del Sake, el de las flores de cerezo y el de su hermano.
Las palabras del mayor provocaron que se ampliara una sonrisa sincera en su rostro y que su mirada alcanzara la impropia. —Lo sé, estoy feliz de que al fin lo estemos. —En ese instante recordó algo, y entonces se apresuró en dar un nuevo trago a su sakazuki antes de dejarlo a un lado y acercarse más a Taroutachi, cuidando de no tumbar nada al hacerlo; a diferencia del mayor, él era muy descuidado en su postura a la hora de sentarse—. Me hiciste mucha falta los pocos días que estuvimos separados... Mira. —Abrió un poco su kimono, pues entre el mismo y el haneri guardaba algo que había encontrado esa mañana en su habitación. Era un papel rectangular, color rosa atrás y blanco adelante, con unas manchas de tinta negra que intentaban formar unos kanji legibles. Lo estiró un poco y se lo entregó a su hermano; riendo por lo gracioso del texto: "ANI VUEL-" pero el resto no cupo en el papel—. Ah~ Creo que estaba algo pasado de tragos cuando lo escribí y me quedé dormido antes de ponerlo en el arbol... Pero al parecer funcionan, aún fuera de él~
No tardó en llegar a su lado, era muy clara su alegría, se encontraba uno a uno a sus amados espada y ello la hacía feliz, quería cuidarlos y mimarlos, sabía que juntos detendrían las fuerzas negativas que deseaban derrumbar los buenos motivos y alterar la historia para sus propios fines, los despertó, no por el deber, sino por el gran afecto que sentía por cada uno de ellos; levantó su cabeza, para poder ver los ojos y el rostro de su espada, su mirada reflejaba un eterno cariño y la dulzura propias de una virgen consagrada a su deber, por fin podía estar con ellos nuevamente, ahora buscaría reunirlos a todos y despertar a los que faltaban --Tarou san... Volvamos a casa. -- Y su tono dulce envolvía las palabras, ellos la habían esperado largo tiempo, ahora ella se encargaría de ellos.
Me encuentro infinitamente agradecido con el Maestro. Solo el ha hecho posible que Souza y yo nos reencontráramos. Pero aún estamos incompletos, falta el último de los Samonji y entonces tendré absoluta paz, confío en el Maestro. -+ Entreabriendo brevemente los párpados, en signo de confirmación +-