—Morgan, por favor comprende...— suplicó, sin embargo su hermana mayor era obstinada, una característica que siempre le había parecido encantadora, pero ahora le asustaba más que cualquier enemigo que conociera. Se había vuelto impredecible... atrás habían quedado esos tiempos, cuando no eran más que niñas, cuando Altria aún no cargaba sobre los hombros su verdadera responsabilidad. La necesitaba, su voz, su calor, su presencia era lo único que traía paz. Y sin embargo la dejó ir. En su desesperación por mantenerla a su lado se había equivocado. La hermosa figura de su hermana se perdió entre los árboles. —Y dices que no necesito a Merlín para que me diga qué hacer...— Susurró y sonrió ligeramente, mientras levantaba la capa y la ponía sobre sus hombros, dirigiéndose al castillo.

Sintió el escozor en su nariz, sus ojos se humedecieron. Por supuesto, al final haría lo que cualquier Rey. Garantizar la mercancía de su reino, usarla cómo moneda de cambio...— De imaginar que tus promesas tenían condiciones, jamás las habría creído, su majestad. — Arrojó la capa que le cubría y se dió la media vuelta, iba a alejarse cuánto pudiera de ahí, el bosque, sus criaturas eran las únicas capaces de darle consuelo.

Las palabras de Morgan eran afiladas, compararla con su padre fue un golpe bajo, que le hizo comprender un poco mejor su comportamiento, aunque aun pensaba que sus peleas con Merlín eran infantiles, su rostro no reaccionó ante las acusaciones. —No puedo tomar todas las decisiones por mi cuenta. En la Mesa Redonda todos tienen igualdad de voz y voto. Tú que ocupas una de esas sillas lo sabes mejor que nadie. Aunque no te guste que lo diga, Merlín es la persona más sabia que conozco, hemos evitado decenas de conflictos gracias a su guía...— Miró a su hermana. —Pero si no lo puedes tolerar y quieres abandonar tu posición, entonces tomarás tus obligaciones como Princesa.— Quizás estaba siendo severa, sin embargo, no podía darse el lujo de perderla.

Con un movimiento brusco quiso apartarse, está vez al igual que Altria su tono de voz sería menos afectivo, su mirada filosa retaría la de su Rey pues se negaba a simplemente agachar la cabeza cuando sus sentimientos estaban siendo pisoteados, ya no más...
— En ese caso ser tú consejera quizás no sea mi lugar. Pensé que serías diferente a Uther, a todos esos hombres que han reinado pero al final eres igual o peor que ellos. — le miró con total resentimiento, sentía en ella el odio crecer en su corazón. — Nunca tomas en cuenta mis palabras sin antes cuestionar a Merlín. — Tanto había pensado dichas situaciones, todo volvía al inicio, si ella hubiera tenido la corona las cosas serían muy diferentes. — ¿Que decisiones has tomado por tu cuenta?...— presionó. — A este paso Merlín terminará reinando en tu lugar. —

—¿Y no deberían?— De pronto su voz se tornó menos afectuosa, como ocurría cuando se encargaba de los deberes del reino, poco a poco Altria dejaba de ser la niña soñadora para convertirse en un implacable Rey. —Los intereses de la corona están por encima de los problemas personales de ambos. Por años les he pedido estar a mi lado, aconsejarme y darme su sabiduría, pero ustedes no hacen nada más que pelear como dos críos.— Con más fuerza la sujetó por la cintura, prácticamente obligándola a seguir su andar. —Son solo palabras insidiosas, hermana. ¿Como podría lastimarte? Lo unico que quiere es hacerte enojar porque le parece retorcidamente divertido y tú lo dejas ganar.— Para alguien que vive la guerra día a día era difícil comprender que no sólo las espada pueden herir. Descartó así los sentimientos de su hermana.

Sabía bien que no lo reprenderia, sabía bien que no tenía la capacidad de poner un alto a Merlín. En su andar apartó la mirada, apretó la tela de la capa que le cubría y sus pasos se volvieron más lentos como si quisiera tomar distancia de su hermana. — Me conoces tan bien, aún así insistes en qué Merlín y yo debemos coexistir en el mismo lugar y tener objetivos en común. — Su cabeza estaba ligeramente inclinada hacia el frente, su flequillo húmedo cubría parte de sus ojos. — ¿Cuánto tiempo soportare sus chistes?, ¿Sus ataques?...—

Ahora tenía mucha más fuerza que Morgan, apenas logró moverla un ápice con ese empujón. Sabía que Merlín era un tema sensible, y lo poco que le agradaba tenerlo cerca, pero ambos poseían inteligencia y cualidades notables, Altria estaba segura de que era cuestión de tiempo y de ver los intereses comunes para que se llevaran bien. —Tendrás que contarme después, alguien tiene que ponerle un alto a Merlín. Y voy a reprenderlo por atentar contra la sonrisa de mi hermosa hermana.— En realidad no lo haría, pero si hablaría con él al respecto. —Ya te he dicho, te conozco. Se cuales son tus lugares favoritos, las comidas y las flores que te gustan, los vestidos que más te agrada usar... podría enumerar más cosas.

Empujó o al menos intento empujar a su hermana con su propio cuerpo cuando hizo esa broma antes de retomar su andar, aferrada a esa capa que la cubría. — No ha pasado nada de lo que tengas que preocuparte, todo ha estado bajo control...excepto Merlín. — suspiró. — Pero no es algo de lo que desee hablar en este momento. — Levantó la vista, su hermana había recorrido un largo viaje y se tomaba el tiempo de ir a buscarla hasta ese lago, sabía bien a dónde ir. — ¿Cómo supiste que estaría aquí y no en el castillo? — indagó.

Sin duda era una mujer orgullosa, Altria no hizo más que sonreír. —Te toman en serio.— No era ningún secreto la devoción que el Rey sentía por su hermana, y que no le complacía que la trataran como si fuera un estorbo, o aún peor, un adorno. —Ya me parecía raro pensar que tú estabas haciéndote cada día más pequeña.— Bromeó, aunque con su edad y estatura, también crecían sus responsabilidades. Para alguien tan joven tener la responsabilidad de un reino sobre sus hombros comenzaba a pasar factura. —Mejor cuéntame que ha pasado en mi ausencia.

Sujetó con firmeza la fina tela de su capa, sonrió y asintió con su cabeza satisfecha por su respuesta. Le gustaba ser una de sus prioridades. — Si haces eso dirán que me tienes muy consentida. ¿Cuando me tomaran enserio si piensan eso? — permitió que le sujetará al caminar. — Puedo andar por mi cuenta, hermana. No soy tan frágil, además este bosque jamás me haría daño. — con total seguridad mencionó pero se detuvo un momento, observando con mayor detenimiento a la menor. — Creciste...—