No podía creer que Morgan no fuese capaz de hablar de ella misma, era mayor que ella, bella, interesante, letrada, seguro había leído tantas cosas que tenía miles de cosas interesantes que contar y de temas de que hablar. La miró sorprendida por un instante, iba a decir algo, pero recordó sus palabras y calló, dejándola hablar.

—Dicen que es de mala suerte tocar un huevo en su nido...— Dijo cuando ella finalizó. —Si lo haces, la madre desconocerá su propio huevo y lo abandonará a su suerte, ¿Sabías?— Dejó de mirarla y alzó la vista hacia el cielo, haciendo una mueca con sus labios. Que dato innecesario tan más sombrío había brotado de sus labios. Con eso solo habría logrado asustar a la Princesa...

Estaba distraída y no notó sino hasta que su mano estuvo entre las de su hermana, que ella se había acercado. Sus mejillas se tiñeron de rojo, preocupación en su rostro por las palabras del hada. —¿De qué hablas, Morgan?... Tú no vas a ir a ningún lado. Tu lugar está aquí, en Camelot