Habría esperado cualquier cosa, consideraba que había quedado completamente fuera de la ecuación y que Merlin tomaría su lugar a un lado del trono, pero esto incluso podría tomarlo por sorpresa a el. —Hermana...¿Estás segura de eso?.— le miró directo a los ojos, está era la oportunidad perfecta para gobernar a su lado, para que las cosas fueran a su manera, incluso si tuviera una Reina los consejos de la hechicera seguirían teniendo peso. Si, esto era un paso grande para sus deseos. —Si te brinda más seguridad tenerme a tu lado, lo haré con gusto. Solamente quiero lo mejor para Camelot, para nosotras. — añadió inclinándose para atraer a la menor y depositar un beso sobre su frente. —Sin duda, tendremos un futuro brillante contigo como Rey. —

—Obviamente, no te vas a quedar aquí sin hacer nada. Tú también pelearás por Camelot desde una perspectiva distinta.— Dio un muy ligero empujón a su hermana, pensando que era ella quien dictaba la voluntad de su destino, no tenía idea de que la hechicera tenía otros planes, Altria estaba tan ciega de amor por su hermana, que creería cada una de sus palabras. —En realidad deseo tener tu consejo, te quiero a mi lado, en el trono. Merlin es un hombre leal y sabio, pero...— Hizo una pequeña morisqueta. —A veces, la corte necesita el toque femenino. No puedo permitir que siga recibiendo a los invitados de otros reinos con comentarios inapropiados. Mi bella e inteligente hermana, la Princesa Morgan de Britannia, sería perfecta para desempeñar ese papel.— Apretó sus manos un poco más. —Dime que aceptas...

Esperaba cualquier respuesta e incluso que cedería a sus obligaciones ante todo pero le sorprendió, se notó en el brillo de los ojos de la preciosa hada que miraba estupefacta la enérgica expresión de la menor. No podía creer que después de tanto, de pisotearla en sus sueños, de mirarla con desprecio y rechazarla aún persistirá en mantener a la joven hechicera a su lado. En cuidarla y protegerla. — En ese caso, haremos lo que sea mejor para Camelot. No puedo solo quedarme aquí sin hacer nada. — Realmente el joven Rey resultaba el medio perfecto para lograr un fin, solo era cuestión de mantenerse cerca de ella, de guiarla.

El rostro de Altria se vio angustiado por un momento, odiaba la idea de tener que separarse de ella, después de un comienzo difícil en el que sin importar lo que hicera, Morgan ni siquiera la miraba, ahora que eran tan cercanas no deseaba entregarla a algún torpe noble que quién sabe si la trataría con amor y dignidad.

Sujetó sus manos con fuerza y agachó la mirada por un segundo, como si estuviera indecisa acerca de decir lo que tenía en mente. Al fin, sus pupilas verdes, que parecían brillar incluso un poco más, se fijaron en ella. —Pediría tu mano si pudiera.— Confesó. —No mentía cuando dije que eres la persona más inteligente que conozco.— En sus labios se formó una pequeña sonrisa. —¿Soy el Rey o no soy el Rey? Es mi decreto, Morgan. Tu lugar está en Camelot, y no te casarás con nadie que tú no desees. No voy a hacer sufrir a mi sangre por política. Encontraremos otra solución, nos ganaremos a los reinos con nuestra valentía y el poder y la nobleza de nuestros Caballeros.

Lo sabía bien, esa advertencia la conocía bien pero le sorprendió que su hermana conociera ese dato tan sombrío. —Por eso mismo, no los he tocado.— Pero incluso su hermana desconocía las capacidades mágicas que Morgan poseía, todas las grandes cosas que podía lograr aún teniendo un conocimiento mínimo. — Este es mi hogar pero mi deber es diferente al tuyo. Hermana. Algún día nuestro reino necesitará aliados y la mejor manera de formar alianzas es por medio del matrimonio. Algún día vas a elegir un esposo para mí con el fin de unificar reinos y obtener sus riquezas a cambio. — Pero no se le notaba nada feliz al decirlo, le odiaba, quería destruirla en ese preciso momento pero...¿Eso que cambiaría?.

No podía creer que Morgan no fuese capaz de hablar de ella misma, era mayor que ella, bella, interesante, letrada, seguro había leído tantas cosas que tenía miles de cosas interesantes que contar y de temas de que hablar. La miró sorprendida por un instante, iba a decir algo, pero recordó sus palabras y calló, dejándola hablar.

—Dicen que es de mala suerte tocar un huevo en su nido...— Dijo cuando ella finalizó. —Si lo haces, la madre desconocerá su propio huevo y lo abandonará a su suerte, ¿Sabías?— Dejó de mirarla y alzó la vista hacia el cielo, haciendo una mueca con sus labios. Que dato innecesario tan más sombrío había brotado de sus labios. Con eso solo habría logrado asustar a la Princesa...

Estaba distraída y no notó sino hasta que su mano estuvo entre las de su hermana, que ella se había acercado. Sus mejillas se tiñeron de rojo, preocupación en su rostro por las palabras del hada. —¿De qué hablas, Morgan?... Tú no vas a ir a ningún lado. Tu lugar está aquí, en Camelot

Incluso la flor más hermosa puede tener espinas. — Tomo su mano entre las suyas e hizo que la mirara, la expresión de Morgan era dulce, condescendiente. —Prometeme que siempre vas a elegir lo mejor para nuestro hogar. Incluso si yo debo partir algún día. —

"Guinevere" apenas y le había visto un par de veces y ya había nacido un profundo odio hacia ella. Por mera intuición se percataba de que no era lo que aparentaba. Pero las palabras de su hermana le hicieron maquinar que quizás, realmente aún había una oportunidad para ella, igual ya fascinada se encontraba. —Yo no soy muy buena hablando de mi. — o en realidad era que pocas personas la escuchaban. Probablemente el único recuerdo de compañía grata lo tenía de ese misterioso sueño en un lugar llamado Avalon. — Hace algunas mañanas haciendo este paseo sola descubrí un nido con un par de huevos que pronto romperán cascarón. Me siento impaciente, les he estado cuidando junto a la madre quien parece confiar en mí. Le he traído comida cada mañana. Así que si preguntan dónde ha quedado ese pan que desaparece misteriosamente...solo me queda fingir que no escuche nada. — dicho esto le guiñó el ojo y volvió a desviar la mirada. — Altria, otras familias intentarán dañar Camelot, incluso la flor má

Pensativa, las palabras de su querida hermana hacían eco una y otra vez en su cabeza. Ella tenía razón... debía ser más fuerte. Si deseaba tener a su lado a una Reina debía ser capaz de protegerla, a ella y a todo su pueblo...

—¿Podría practicar contigo?— Apoyó las manos en la banca para acercarse a ella un poco más, a decir verdad hablaba con una voz demasiado baja. Le avergonzaba un poco que alguien se enterara de que el Rey de Britannia era inexperto en ciertos temas. —Es decir... Escucharte hablar, sin empezar a hablar yo de mi como si fuera el Rey pero de los loros... ¡No para la visita! Es decir, cuando llegue el momento... Quiero aprender también estas cosas. Y así la Princesa Guinevere se dará cuenta de lo fuerte y listo que soy, volteará a verme y se casará conmigo.— Era, sin duda, un Rey demasiado joven, uno que confiaba cada vez con más fuerza en las palabras y acciones de la hechicera. Era algo tan simple, y ya le había convencido de actuar del modo que ella deseaba.

Una Reina...esa palabra causo eco en su cabeza, su corazón pegó un vuelco y en la boca de su estómago un asco que solo podía comprarse a aquel que sintió el día en el que Merlin presentó a esa pulga frente a ella, frente a la corte. —¿Tanta prisa hay?. Tendrás que elegir sabiamente lo que es mejor para el pueblo, pero...¿Cómo lo harás si no tienes la fuerza para eso?.— guardo silencio, le paralizó un momento la forma en la que le miraba con tanta atención. Solo esperaba que no pudiera leerla. — ¿Pero?...—

Ternura, si de verdad le hubiese conocido en circunstancias diferentes, otra cosa sería. —Eres interesante a tu manera. Pero...¿Le gustarán esos temas a ella?. Creo que es mejor dejarla hablar a ella al principio, no.la aburras hablando solo de ti. Cuando diga algo que tú puedas saber añadiras algún dato innecesario para impresionarla. —