—¡Ahaha! Si eso deseas... puedo recostarme en un ataúd y todo, así podrías practicar también y trabajar con nuestros clientes, debe ser aburrido solo hablar con las familias y firmar cosas.— Notó que una de las flores se deslizaba por el cabello castaño del estoico hombre, y sonrió, parándose parándose puntas para acomodarla de nuevo.
— Mmmh... Sí es así, entonces debería hacerte trenzas a ti ¿No crees? Incluso debería pintarte la cara, así cómo tu practicas con mi cara para luego ejecutarlo en el trabajo. — Su mano automáticamente se movió hacia su cabello, para intentar quitar las flores. Pero se detuvo a medio camino. Se levantó del asiento y se miró al espejo. No se veía tan mal, pero tal cual había dicho no eran muy cómodas. Temía que en cualquier momento se cayera alguna.
—¡Pero te lucirian muy bien! Además, si algo es seguro es que hay que vivir el momento, quién sabe si podría ser el último, ya sabes, trascender sin remordimientos, sin deseos perdidos.— Se separó para colocar una última flor sobre el cabello del hombre que no se veía muy cómodo en aquella situación, sin embargo, siempre la escuchaba, e incluso dejaba que le hiciera una travesura o dos, el por qué era un misterio para ella.
— Creo que las flores son un poco excesivas. Y las trenzas lo serían aún más, son algo incómodas para trabajar, me temo. — Gruñó algo disconforme, para terminar suspirando aceptando su destino. — Espero no te acostumbres a esto.
