Rol Mode Off: Bien madame, daré inicio entonces. ** La albina criatura ronda ese húmedo y espeso territorio, el ecosistema era bien conocido por el yokai de largas orejas en punta, piel pálida, grabaciones a los costados del rostro en forma de franjas y una media luna en su frente, su mirada es seria y de color miel, su rostro es totalmente inexpresivo, su comportamiento tenaz y hostil.
Vestido con prendas clásicas del Japón y así mismo la pechera de un atuendo samurai, el demonio que entre otras características físicas contaba con una estola pendiendo de su hombro y un juego de katanas las cuales lo hacen aun más certero al momento de combatir; Buscaba a su hermanastro, pues su rencor y la ansia de encontrar un tesoro, especialmente un sable que él cargaba le motivaba a emprender en su búsqueda, así, el hijo del gran perro del norte y uno de los más temidos monstruos, que responde bajo el nombre de Sesshomaru esperaba dar con el paradero de su hermano, InuYasha.
Sus acompañantes Jacken y Rin estaban lejos, buscando seguramente provisiones para la noche que encajaba en el marco nocturno adyacente, sus sentidos le alertaron de una presencia no muy lejos de allí, emprendió ruta hasta ver a lo lejos una figura de apariencia humana, al menos se asemejaba pues su esencia es algo diferente, el demonio reconoció de inmediato al percibir un aroma inusual, desde la distancia, pareciendo alistar sus garras de forma ofensiva, manteniendo ante todo la paciencia y serenidad, con su inmutable comportamiento serio, se pronunciaba para ella con propiedad, sin embargo, esa esencia que trae el viento le daba un indició de que era una de ese selecto grupo de humanos que podía desarrolla talentos para enfrentar a lo sobrenatural, la esencia que emanaba era digna de esa nobleza, seguramente una especie de sacerdotisa. Si en realidad era ella, la fémina en la cual pensó, las cosas se tornarían un tanto distintas para la violencia a la que él está habituado a demostrar con tal de hacer respetar su legado, además no podía equivocarse, era el aroma que estaba en su flechado hermano hace siglos, era la humana que lo había hecho desentender de sus obligaciones. **