— E-es suficiente, Hans. — Elsa no era cruel ni tan fría como la llegaron a describir en antaño; qué difícil estaba resultándole mantenerse a raya de las súplicas recurrentes. ¿Sería cierto que Hans había cambiado?
A diferencia de años atrás, donde Elsa encontró ambición en la mirada ajena, ahora veía arrepentimiento...

— Te pido que te retires. Mantengo firme mi decisión. Desconozco los motivos por los que Anna decidió darte una segunda oportunidad, pero yo no. — “No”. Una palabra tan pesada como bloque de hielo y muy arraigada a su infancia. Se abrazó a sí misma; se sintió vulnerable.

Otorgarle el perdón sincero a alguien que intentó apoderarse del reino a base de engaños y manipulaciones por medio de la persona más importante para Elsa se vislumbraba como un paso demasiado grande que no estaba dispuesta —ni lista— para dar. No era la primera vez que Hans se acercaba a Elsa para implorar perdón, sin embargo verlo arrodillado y vulnerable hizo que la ex reina se cuestionara la veracidad de sus palabras.
— Anna es mi hermana... — Susurró sin asomo de debilidad — Es todo lo que tengo y tú intentaste lastimarla. ¿Cómo podría perdonar eso? —