... que se concentra sobre su paladar luego del estímulo de la lengua contraria.
Fue el propio sabor de su sangre, que como un antídoto llegó acompañado de dolor para apaciguar el desespero de sus papilas ante el fuerte sabor, luego de completar el proceder intenso de aquel beso y el roce de sus afilados colmillos, mismos que dejaron clara marca y un sangrado continúo.
Una vez liberado de aquella atadura, utilizó la parte superior de su brazo para limpiar la sangre que aún emana desde los cortes, notando la satisfacción de aquella entidad, al parecer había funcionado bien, pero cumpliría ahora su parte del trato, solo podía esperar para comprobarlo, mientras tanto la dejaría disfrutar su momento sin interrupciones.