Repentinamente se encontraba justo en frente suyo aquel alto e imponente hombre. Su tacto, justo como él, fue decidido y arrogante, provocando un jadeo escapar de sus labios. La tensión podía cortarse, pero no estaba dispuesto a ceder tan rápido. No aún. Después de todo, esa era la parte más divertida. Su voz, pese a necesitar aclararse la garganta salió con seguridad. — La mosca debió irse en cuanto acercaste tu mano. ¿Acaso buscas una excusa para tocarme? Me temo que me baso en la reciprocidad. — Entonces apoyó la palma contra el abdomen descubierto del menor, dejándola subir y bajar por sus músculos, incluso permitiendo a sus dedos moverse y vagar para trazar las líneas.