— Me gusta hacerte desesperar, sí.

— Y aquí seguimos, perdiendo el tiempo. ¿Te gusta hacerme esperar por ti?

— Conozco formas de hacer a tu boca ocuparse con situaciones mucho más interesantes.

— La única forma de que un Rey guarde sus palabras, es que lo obliguen —Respondió con el entrecejo fruncido, después de haberse apartado de la mano ajena. — ¿Piensas que puedes obligarme a callar?

— Guarda silencio, rey imbécil. — Cubrió con su mano la boca del ajeno, rodando los ojos con evidente fastidio.

— Como si necesitara engañarte para atraerte, Hades.

— O será que me engañaste a enredarme contigo. ¯

— ¿En serio? Yo pensé que te había atraído mi carismática personalidad y mi increíble humildad.

— Pues no puedo negar que eres atractivo. La prueba que tengo de ello es que solo siéndolo se puede conquistar a quien tienes de pareja. —

— Soy la descripción exacta de Divino, querido.