... -Pudo haberle dirigido una mirada más gentil. Pero ésta fue ligeramente vengativa y, paradójicamente, juguetona a la vez.- ¿Así que soy un dolor en el culo con mi insolencia, ah? Pues. Mira cuánto me importa serlo. - Sin darle momento para replicar, se puso de puntas y le acometió los labios con un beso que de romántico poco tuvo. Más bien fue un acto impulsivo, ligeramente territorial y provocador. Si iba a hacerlo fruncir ceño, que fuera con gusto.
Era ajeno a los sentimentalismos, a recibir halagos más allá de su buen trabajo como soldado al servicio de la República, como guerrero leal y perfecto asesino en el campo de batalla; el hombre yacía forjado en acero y sangre, pero no era de piedra, y esas palabras hicieron mella sobre la superficie de una coraza muy gruesa, mucho más con esa delicada mano paseándose a libertad por su rostro, mientras él, vacilante, desvió la mirada en más de una ocasión hasta volver al frente y fundirse en la ajena, luciendo <sin querer en si> ese mismo gesto que ella describía: Un gesto férreo, de líneas gruesas pero bien definidas, y un par de ceñas que casi siempre permanecían fruncidas, un digno hijo de Roma—. Que raro. —comenzó, alzando las cejas falsamente incrédulo—. Juraría a más de una persona le has hecho fruncir las cejas con tu rebeldía e insolencia. —como muy pocas veces rió, ubicando la diestra justo bajo el mentón ajeno, acariciándolo con el pulgar.
- No tardó en notar que ese carraspeo cargaba consigo un atisbo de complicidad; claro que él había comprendido a qué se refería. Y lo mejor de todo es que era completamente verdad; hasta lamentaba tener que tomar otro rumbo. Por "ese aspecto", mas también por otros más. Decidió responder al comentario ajeno con una risa breve, más sonando como un ligero resoplo. Y en vez de ello lo observó detenidamente. -Luces exactamente como esas esculturas de tus Dioses . - Exclamó, durante la contemplación visual que le dio. Hasta le sujetó firmemente de la quijada, mas culminó el roce con una caricia en su mentón. - Rasgos fuertes, gesto adusto. Pero ese ceño fruncido nunca lo había visto en otra persona.
Tardó en comprender el doble sentido, de no ser por las expresiones faciales en ella, lo habría tomado de otra manera; pero ya que iba por ese rumbo, carraspeó, y muy dentro de si, su ego acrecentó—. Llevarás buenas costumbres entonces; yo me quedaré con algunas tuyas a cambio. —Dijo seco, sin sentimentalismo a la vista, aunque por dentro un ligero trazo de ello se hundía en su pecho.
Eso es malo, ¿qué voy a hacer cuando vuelva a mis tierras y nadie sepa llenar el vacío que me dejas?... No sé si pueda volver a acostumbrarme a lo anterior. -Doble sentido intensifies.- {?} Sea como sea; siempre deseé conocer otras culturas. Me llevaré muchas de tus costumbres a casa, Romano.
